A veces uno duda del proceso evolutivo de la democracia española (que, aun así, sigue siendo una de las quince o veinte más avanzadas del mundo) y a veces uno duda del proceso evolutivo de la humanidad. Algunos días parece que vamos para atrás, como especie y como sociedad, y es triste consuelo pensar que siempre ha sido así, que para qué preocuparse si no tenemos remedio.

No soy el único que piensa esas cosas. En los últimos tiempos ha habido muchas ocasiones para recordar al profesor Sampedro, que daba por segura la decadencia del sistema, y hemos oído a personas mucho más lúcidas que un servidor responsabilizar de nuestras dolencias sociales a la especie humana. Unos recuerdan la guerra del 36 y otros recuerdan que una cuarta parte de los países del mundo están a guantazo limpio o apuntando con armas al vecino. Lo dicho, cosas de la especie. Hace unos días, en el programa de radio donde me gano el pan, Pepa Fernández y Arturo Pérez Reverte cambiaban impresiones sobre esta cuestión.

—¿En el mundo hay más gente mala que buena?

—Sin duda: hay más gente mala que buena.

—Yo tenía la idea de que todo el mundo era bueno y ahora pienso que no, que hay gente mala...

Seamos optimistas. Pensemos que la condición humana implica el bien y el mal y que todos podemos ser malísimos pero todos podemos aprender, conviviendo, a ser buenísimos. Aun siendo optimista, desde hace tiempo vengo observando y denunciando ciertos comportamientos tribales de nuestra vida pública; 'el quítate tú pa ponerme yo' ha dado paso a una epidemia de oportunismo que unos días deviene en tribalismo y otros nos devuelve directamente al reino animal. ¿Cuántas veces hemos dicho "ahí están todos, meando el territorio", como análisis último de la situación? En los últimos años, unas cuantas.

Estando en estas reflexiones, llegan al banquillo de acusados unos individuos que van por la vida presumiendo de su condición de bestias. La Manada, se llaman a sí mismos, alardeando de un comportamiento animal que los jueces decidirán si es además, como parece, delictivo. Manada, dice la RAE, es el "conjunto de ciertos animales de una misma especie que andan reunidos". No escogieron el nombre por casualidad, según vamos viendo, aunque quizá habría sido más apropiado ‘la Piara’.

Cuando calla la razón, ruge el animal, cuando se empobrece la sociedad, volvemos a la manada. No todos tenemos la osadía de ir presumiendo de eso por la calle, pero todos corremos el riesgo de que nos ocurra y para confirmarlo basta con asomarse a ese vociferante patio de vecinos que son las redes sociales. El juzgado de instrucción número 42 de Madrid investiga la conducta de unos policías municipales que en un chat de colegas dieron un recital de racismo, sexismo, agresividad y —lo peor— incapacidad para medir el alcance de sus actos, que a duras penas parece compatible con el ejercicio de sus responsabilidades. Quien quiera ver lo quedecían, que lo busque en internet; me ahorrará ser su altavoz.

También será el juez quien decida si esos wasaps encierran delitos o bromas sacadas de contexto, pero el episodio nos deja atónitos: ¿Cómo es posible que los sindicatos hayan salido en defensa de semejantes conductas? ¿Cómo es posible que solo uno de los 6.200  municipales de Madrid haya dado un paso adelante para decir "no tengo nada que ver con esa tropa"? Vale que sean corporativistas, pero la dignidad de un cuerpo policial y la dignidad de la función pública tienen que estar por encima del corporativismo. A quienes pensamos que la dignidad es elemento distintivo del ser humano, creemos que el servicio público es el esqueleto del Estado y defendemos que es una de las cosas que mejor funcionan en España (se vio en los dos años de desgobierno y se confirma en la aplicación del 155) el comportamiento de estos locuaces funcionarios nos deja sin argumentos. Ellos verán. Y sus jefes.