CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

¡Es la política, estúpidos!

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

En 1992 un asesor de Bill Clinton colgó en la oficina electoral un cartel que enseguida se convirtió en el eslogan oficioso de su campaña: "It's the economy, stupid!". Alguien debería colgar hoy en las oficinas de los partidos españoles un cartel que recuerde lo evidente: "¡Es la política, estúpidos!". Aunque los políticos figuren entre los problemas más importantes de los ciudadanos, junto con el paro y la economía, la solución de esos problemas está precisamente en la política. No la de las matemáticas: en la política. Los pactómetros que hacemos en las tertulias de la tele son muy entretenidos, pero nuestro problema no es de cifras: es un problema de convivencia que no se puede arreglar con una calculadora ni instaurando la costumbre de votar cada seis meses.

Cuando hay un parlamento fragmentado, lo suyo es negociar hasta que algunos de esos fragmentos logren configurar una mayoría. Como diría Gila, "aquí alguien va a tener que pactar con alguien". No hay otra. ¿Que primero hay que echar cuentas? Desde luego, pero eso solo lleva unos minutos. Los justos para advertir que el pacto hacia la izquierda es todavía más difícil que antes del 26J y que quien tiene más papeletas para formar gobierno es Rajoy, cabeza del partido más votado. Lo que pasa es que ese partido solo tiene 137 escaños, muy lejos de la mayoría absoluta, lo que quiere decir dos cosas: que se equivocan sus dirigentes si siguen actuando como si fueran los dueños del cortijo y que deberán buscar apoyos en los 213 escaños restantes del Congreso, lo que implica cesión de poder y renuncias ideológicas.

Aunque a Rajoy le haya dado un ataque de prisas, impropio de su personalidad, eso no se puede hacer de un día para otro. Ni se lo van a dar gratis ni se lo van a poner fácil. Eso de que a primeros de agosto se podrá ir de vacaciones con la investidura aprobada no se lo cree ni él. Porque, una vez echadas las cuentas, viene lo difícil: conjugar los intereses contrapuestos y los planteamientos ideológicos hostiles que hay detrás de los datos electorales, que no son fruto de la casualidad: son la expresión contable de la voluntad de unos ciudadanos al cabo de ocho años de creciente malestar con sus políticos.

Ahí es cuando viene la política. La de verdad, la que no se limita a echar cuentas ni se encierra en el propio interés y el tacticismo; la que sorprende, crea, construye, la que está hecha con intangibles como la intuición, el arrojo, el análisis, la capacidad de convicción y las dotes de seducción. Todo ello -que es justo lo contrario de marear la perdiz, enrocarse o hacer teatro- al servicio de una causa: interpretar la voluntad de los ciudadanos y actuar en consecuencia.

Quienes hablan de oídas de la Transición ignoran que ése fue el mayor mérito de sus protagonistas: entender lo que esperaban de ellos los ciudadanos y obrar conforme a esos intereses, aparcando los propios. Eso significaba asumir riesgos, como los que asumió Adolfo Suarez cuando decidió por su cuenta y riesgo legalizar el Partido Comunista o los que asumió Santiago Carrillo cuando decidió adoptar la bandera de la monarquía y negociar los Pactos de la Moncloa. Claro, que quien arriesga debe asumir el coste de los riesgos. Los partidos de Carrillo y de Suárez, sin ir más lejos, en 1982 fueron borrados del mapa por los propios electores. Es lo que tiene la política. Los ciudadanos seríamos unos estúpidos si, pudiendo elegir, nos quedáramos con los mismos líderes de por vida.

(Entre paréntesis, un recuerdo para las víctimas de Niza y una reflexión para todos los demás: si actuamos conducidos por el miedo, nos convertimos también en víctimas. A quienes pretenden paralizar una sociedad por el terror solo se les puede responder con la democracia y la libertad. También con la unidad frente a los enemigos...siempre y cuando tengamos claro quiénes son de verdad los enemigos Dolor, sí; miedo, ni hablar).

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