ANDRÉS ABERASTURI. ESCRITOR Y PERIODISTA
OPINIÓN

Loa a la equidistancia

Andrés Aberasturi, colaborador de 20minutos.
Andrés Aberasturi, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Andrés Aberasturi, colaborador de 20minutos.

Dicen que el Ayuntamiento de Madrid –y como todo lo que sale de Cibeles, lo personalizan en Carmena– va a poner calles de dirección única para peatones durante las más que probables aglomeraciones de gentío en las fechas navideñas. La idea suena rara y no sé si tiene antecedentes en alguna de las grandes capitales del mundo, pero, como metáfora, funciona para definir estos tiempos de pensamiento débil en los que la equidistancia está mal vista y cotiza a la baja sobre todo desde el puente de mando de los fervientes de lo que sea que cada vez parecen ser más.

Una calle de dirección única para los peatones es como un trágala para la libertad del arrepentimiento, la necesidad de reflexión o la muy humana contradicción. ¿Qué hacer cuando se ha visto algo tentador en un escaparate, se ha desechado la compra pero la tentación sigue viva y uno quiere volver para mirar mejor el oscuro objeto del deseo abandonado? ¿Habrá que dar la vuelta a toda la manzana? ¿Te multarán si das marcha atrás? ¿Se indignará la gente porque vuelvas sobre tus pasos? Lo ignoro, pero el experimento creo que empieza hoy y "se colocarán agentes en las azoteas de los edificios para vigilar las grandes aglomeraciones". Todo resulta muy orwelliano pero no es más que la escenificación real de lo que viene pasando en la caverna de las ideas. Casi todo en política resulta más o menos predecible y cada vez las posturas de unos y de otros se radicalizan no tanto por convicción como por intereses cortoplacistas que tapan la herida pero no la curan.

Y lo mismo pasa en los medios y en la sociedad. La equidistancia –decía antes– cotiza a la baja y se le echa en cara a quien intenta mantener una posición no radical; eso que hemos dado en llamar sentido común no es otra cosa –en la mayoría de los casos, no siempre– que saber descolgarse de los extremos y hasta dar marcha atrás cuando una idea ajena parece más razonable que la propia. Comprendo que esto descoloca a los fanáticos y así se gana la adulación de los unos y la condena de los otros, depende de lo que se diga.

Pero la equidistancia a la que me refiero nada tiene que ver con la tibieza ni con el chaqueterismo, sino que formaría parte de un pensamiento crítico capaz de reconocer un error o rectificar una idea. No está de moda –seguramente nunca lo ha estado– pero cada vez se hace más necesaria. El problema es que cuando uno lo intenta cae inmediatamente en el descrédito y deja de interesar porque o no está dispuesto a entrar en el espectáculo o quienes lo organizan y lo contemplan solo pretenden reafirmarse más que informarse y apostar sobre seguro.

Me gustan las calles de doble sentido, calles con bancos para reflexionar y en las que quepa el reconocimiento del error y la marcha atrás; calles en las que las azoteas haya geranios en lugar de agentes.

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