Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Corrupción e indignidad

El presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, junto con la vicepresidenta, Isabel Franco, y la diputada de Ciudadanos, Valle Miguélez, en la rueda de prensa en la que han anunciado el fracaso de la moción de ce
El presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, junto con la vicepresidenta, Isabel Franco.
DIMA
El presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, junto con la vicepresidenta, Isabel Franco, y la diputada de Ciudadanos, Valle Miguélez, en la rueda de prensa en la que han anunciado el fracaso de la moción de ce

La corrupción y la indignidad son dos viejos aliados en el ámbito de la política. En estos últimos años hemos tenido muchos ejemplos lamentables y bochornosos. Ahí se ha quedado para la posteridad la palabra 'tamayazo', que evita que se olvide adonde es capaz de llegar la condición humana. Pues, como a todo hay quien gane, después de la cacicada vergonzosa que se está cometiendo en Murcia, la expresión se ha quedado corta y ya habrá que cambiarla por 'el tamayazo al cuadrado'.

Todo es grave ante nuevo escándalo, empezando por la actuación del Partido Popular —la alternativa lógica al Gobierno de la Nación— que reincide después de haber comprado el voto de dos diputados autonómicos socialistas de Madrid para proporcionarle tramposamente la presidencia a Esperanza Aguirre. El PP, empeñado actualmente en un proceso de regeneración, es el mismo partido que mientras los tribunales juzgan su corrupción global asada y aún no olvidada, el que en Murcia ha sobornado a tres diputados de Ciudadanos para salvarle la Presidencia a su líder regional.

Pero no es sólo el Partido Popular el que empaña su imagen —y de rebote el de toda la clase política— comprando votos. También algunos de los diputados centristas, que mostraban su enojo contra la situación en la Comunidad y promovieron a bombo y platillo una moción de censura contra el presidente, que tras una negociación secreta y la chequera por delante han renunciado a realizar dejando a sus compañeros en el más absoluto ridículo. A cambio de algunos sueldos pingües y coche oficial, en un abrir y cerrar de ojos, los interfectos se han olvidado, e indultado, la corrupción y el caciquismo que denunciaban.

La corrupción tiene un precio, sí, que en este caso van a pagar los murcianos en euros o en salud, porque las vacunaciones secuestradas por algunos altos cargos a los ancianos o profesionales de riesgo, nadie podrá ya recuperarlas. Ante los detalles de esta indignidad, que es un nuevo baldón para la deteriorada imagen global de la política, uno no puede evitar reflexionar sobre los corruptos. ¿Cómo se puede salir a la calle y encontrarse con los vecinos después de algo así? 

¿Qué confianza puede inspirar un Gobierno vapuleado por acusaciones muy graves que ha conseguido tapar y consolidarse en el poder de una forma tan vergonzosa? ¡Vaya ejemplo para la sociedad! Todavía no se conoce el desenlace ni sus consecuencias en la política nacional o de otras regiones, como lo que de rebote está ocurriendo en Madrid. Pero sea cual sea, el daño ya está hecho y es muy grave: los ciudadanos están hartos de muchos de los políticos y eso es funesto para la estabilidad que en estas circunstancias tanto se necesita.

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