Unos lo dudan, otros lo niegan y el resto tiene la esperanza de tener un verano medianamente normal. Es cierto que lo que veremos en el mes de mayo no se parecerá ni por asomo a lo que estamos viviendo. Si a principios de enero el problema era de administración, ahora es de suministro. 

No hay dosis para vacunar y esto son días perdidos. Además, al tener solamente tres vacunas aprobadas dependemos de que las farmacéuticas cumplan con lo prometido.

El Gobierno se mantiene en su firme convencimiento de que en verano el 70% de la población estará vacunada. Incluso la Ministra de Turismo dijo que en Semana Santa podremos llegar a movernos por el país, ya medio rectificado por la portavoz del Ejecutivo. Una realidad es que en abril parte de los más vulnerables estarán vacunados. Eso sí, poner más de 200.000 dosis diarias con la demora existente se antoja complicado. No me sorprendería que dentro de los planes del Ejecutivo nacional estuviese abrir estadios e incluso supermercados para vacunar a gran escala.

Ahora que apenas se ha cumplido un año desde que se detectó aquel primer caso en La Gomera, cuesta creerse aún más lo que proclaman los dirigentes. Haciendo una revisión de noticias y portadas del momento se puede decir que alguna que otra advertencia había de que esto podía ser lo suficientemente poco peligroso como para tenerlo en cuenta.

Es cierto que a posteriori siempre todo se ve diferente, pero lo que sí quedó claro es que creímos estar por encima de una enfermedad desconocida porque el sistema de bienestar sanitario de occidente nos cegó. 

Ojalá se cumplan las predicciones, cualquier euro invertido en aumentar la velocidad será bien recibido, pero recordemos que el verano dura hasta el 22 de septiembre.