Hubo un tiempo en el cual Manolo Santana, Severiano Ballesteros, Arancha Sánchez Vicario o Miguel Induráin copaban las portadas de los diarios, las retransmisiones de radio o las imágenes de televisión. El país entero estaba pendiente de sus éxitos y sus derrotas. 

En el siglo XXI también hemos tenido referencias que han unido a 47 millones de personas frente al televisor. Los partidos de Rafa Nadal con esa portentosa raza que le caracteriza, el periodo entre 2008 y 2012 de la selección española de fútbol, los torneos cortos del combinado nacional de baloncesto y, cómo no, las carreras de Fórmula 1 de Fernando Alonso.

La vuelta de Magic Alonso a la primera línea de la competición por excelencia del mundo del motor ha levantado un revuelo como solamente los grandes lo hacen. Decía Melendi, asturiano y compañero de la escuela del piloto, que el Nano era ese tipo que dentro del circuito parte el bacalao. 

Atrás queda ese doblete que en los años 2005 y 2006 alzó los puños al viento y acabó proclamándose bicampeón del mundo ante toda una leyenda como Michael Schumacher.

Alonso consiguió que muchos se enganchasen, aunque fuese por unas temporadas, a esta competición. Antonio Lobato se colaba en los aperitivos de los domingos. Cuando los cinco semáforos se apagaban podía suceder cualquier cosa. Los diarios sacaban promociones con merchandising azul y amarillo. La gente portaba orgullosa por la calle polos de Renault, gorras con el número 8 o con el 1 después, chalecos que cuando los veías de lejos sabías a quien representaban. Nos identificábamos con él, era uno de los nuestros. 

Los informativos de televisión abrían sus secciones de deportes con imágenes de pabellones abarrotados. Asturias a la cabeza, pero el resto del país también. Teníamos un campeón que estaba destrozando el asfalto allá por donde pasaba. Los niños dejaban de jugar en la calle para subir a una casa a ver la carrera de Brasil. Los adultos madrugaban un domingo para ver al asturiano de cuello ancho batirse el duelo con Barrichello en el continente asiático. 

El Nano cogía un día negro y lo llenaba de ilusión, seguía cantando Melendi. Así toda la temporada, de marzo a octubre. De Oceanía a América pasando por Europa. Cualquier tiempo pasado fue mejor, ahora bien, que no le dejen un resquicio por el que colarse, que Magic Alonso aún no ha dicho su última palabra.