«Cuando empezábamos a recuperarnos, las ventas caen otra vez a la mitad», dice Ermitas Baldomir, de la pollería Louriña. «Los bares tampoco se llevan pollo, los clientes no lo quieren», añade. En la carnicería Mouriño, en pleno centro de la ciudad, Lucrecia Fernández lo tiene más claro: «Como no se vendían, dejamos de comprarlos al matadero».
Los huevos y el pavo salvan sus ventas: muchos clientes, simplemente, cambian de ave. «No se dan cuenta de que también puede estar con gripe», bromea el placero Pedro Dante. Sin embargo, todos coinciden en que el pollo viene sano: en los mataderos, los veterinarios de la Xunta realizan estrictos controles a diario.
Además de a la gripe aviar, los polleros también responsabilizan a la economía familiar de la caída de sus ventas. «Cuando sobra pan, malo», advierten desde la plaza de San Agustín.
Pese al temor de muchos coruñeses, los expertos insisten en que aquí no se ha detectado ningún ave contaminada. «En cuanto aparezca el primer caso, ya lo sabrá España entera», sentencia una placera.
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