Científicos patentan un plástico biodegradable a partir de la piel del tomate

Un grupo de investigadores del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Sevilla (US) y de la Universidad de Málaga (UMA) han patentado un plástico biodegradable procedente de la piel de tomate con aplicaciones en el campo de la alimentación y salud, entre otros.
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Un grupo de investigadores del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Sevilla (US) y de la Universidad de Málaga (UMA) han patentado un plástico biodegradable procedente de la piel de tomate con aplicaciones en el campo de la alimentación y salud, entre otros.

En una nota, Andalucía Innova explica que estos expertos, que trabajan en el proyecto de excelencia de la Junta de Andalucía 'Biomimética de materiales. Síntesis de biopoliésteres tipo cutina y su aplicaciones tecnológicas y farmacológicas', han tomado como referencia el componente principal de la epidermis de la piel de este fruto: un biopoliéster denominado cutina que constituye la matriz de la capa cuticular que recubre la superficie de las hojas, tallos no lignificados y frutos de las plantas superiores.

La función principal de este biopolímero es preservar la pérdida de agua desde el interior celular y de actuar como interfase entre la planta y el medio externo. El responsable del proyecto, José Jesús Benítez Jiménez, asegura que "la cutina se contempla como un producto biocompatible, biodegradable y no tóxico que la propia naturaleza emplea como capa protectora de frutos y hojas, y, por tanto, susceptible de ser adaptado artificialmente y empleado como material comercial para el envasado de alimentos".

"Sorprendentemente, y a pesar de formar parte de tejidos vegetales muy diversos, el proceso evolutivo ha conducido a que la composición química de la cutina vegetal sea muy homogénea", subraya.

Entre las claves en el diseño de este nuevo material destacan las características bioquímicas en la formación de la piel. "Se trata de una ruta descrita que hemos empleado en la elaboración del producto final. Los monómeros, obtenidos con la manipulación de la piel en medio alcalino, poseen unas propiedades físico-químicas intrínsecas que lo convierten en los más adecuados para alcanzar el éxito en la operatividad del biopoliéster en el medio natural", apunta el investigador, que añade que "tan sólo hay que someter este producto final a determinadas condiciones físico-químicas para obtener un plástico que se ajuste a nuestras necesidades".

El material resultante es viscoelástico con un grosor "a la carta" y de color anaranjado. Según afirma, es inocuo y biodegradable y su durabilidad es la misma que la de la piel del fruto. "En la actualidad estamos realizando pruebas mecánicas, de resistencia, elasticidad, transparencia y opacidad", explica.

Benítez apunta que el material de partida —en este caso el fruto de tomate— puede ser otro bien distinto. "La materia prima es gratis, puesto que son desechos industriales de la industria alimentaria. No obstante, en un futuro probaremos con otras", aclara.

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