León Tolstói: profeta, visionario y atormentado autor

  • El próximo 20 de noviembre se cumplen cien años de su muerte.
  • Creó una de las máximas novelas de la historia, 'Guerra y paz', pero él vivió su escritura como un tormento en lucha contra su pensamiento.
Tolstói con una de sus nietas (Tania) en esta imagen de la obra sobre el escritor El viejo León.
Tolstói con una de sus nietas (Tania) en esta imagen de la obra sobre el escritor El viejo León.
Tolstói con una de sus nietas (Tania) en esta imagen de la obra sobre el escritor El viejo León.

Llevó hasta las últimas consecuencias su pensamiento más firme llegando a dejar todas sus posesiones, incluidos los derechos de su magistral obra, a los campesinos. Era lo que el escritor ruso Liev Nikoláievich Tolstói (1828, Yasnaia Poliana), cuya muerte ocurrió hará cien años el próximo 20 de noviembre, deseaba. Que los trabajadores del campo se llevaran la parte material que fueran generando obras cumbre como Guerra y paz (1866) o Anna Karenina (1877), salidas de su pluma antes de que su afán de misionero espiritual acabara con su talento narrativo.

Y así hubiera sido su legado si su abnegada esposa pero preocupada madre por el futuro de sus muchos hijos no hubiera peleado otro destino para su herencia.

Vida de campesino

El probablemente mejor narrador de la historia, autor de la que bien puede considerarse obra máxima de la literatura europea (dejando al margen el Quijote), Guerra y paz, era hijo de un terrateniente, así que fue elección propia vivir como un campesino. Se levantaba con ellos a las cuatro de la madrugada y trabajaba de sol a sol como uno más, incluso hablando de la misma manera que aquéllos, haciéndose sus zapatos y no permitiendo ser servido.

Y lo eligió sabiendo bien lo que se hacía. Conocía de primera mano el mundo elegante, cómodo y lujoso de la aristocracia, a la que también pertenecía. Pero se decantó por su contrario. Creía en el valor de todos esos trabajos que han terminado por despreciarse, como el de los campesinos o los artesanos, y detestaba esa otra vida disoluta y ociosa, contra la que se rebeló en la teoría y en la práctica. Una sociedad que supo reflejar en sus novelas.

Él ya sabía que perdiendo aquellas formas humildes y trabajadoras de vida se perdería lo fundamental, y quedaríamos irremediablemente sentenciados a la superficialidad y el consumismo. Y lo avisó de todas las maneras que pudo: con su escritura, sus palabras y sus actos.

"Tolstói creía en la renovación del hombre alejado de lo artificial y capitalista que hemos construido. Por eso hoy su voz suena con tanta fuerza"; palabras de Mauricio Wiesenthal, autor de El viejo León (Edhasa). "Creía en la libertad por encima del dinero y el triunfo. Se enfrentó a todo porque le preocupaba la venida de los europeos con unas ideas que lo deshumanizaban todo... Era un socialista utópico".

Misionero espiritual

Tolstói fue un defensor de la no violencia hasta un extremo casi increíble: envió una nota al zar, contra el que también se alzó (apenas hubo algo que no cuestionara), pidiéndole que conmutara la pena de muerte a los asesinos de su padre. Una petición encabezada por: "Y yo os digo: amad a vuestros enemigos".

"Gandhi heredó este pensamiento, igual que el de priorizar los trabajos manuales", señala Wiesenthal. Y no fue el único en admirarlo, la lista de intelectuales que lamentaron su pérdida es tan larga como el pesar de su colega Gorki, quien estuvo llorando todo el día cuando se enteró de su muerte.

"Fue un atormentado profeta de la conciencia moral y la no violencia", define el autor de El viejo León. "Era un misionero espiritual. La suya era una religiosidad profunda fuera de la autoridad religiosa rusa. Y por eso lo excomulgaron". La no discriminación era también parte del mensaje del autor de los ensayos Amo y criado y Qué es el arte, y cuya narrativa corta bien puede situarse como la mejor hasta la llegada de Chéjov. Sus cuentos quedaron recogidos en el volumen Historias para el pueblo.

Última novela y huida

Todavía, pese a la tormentosa contradicción que le supusieron siempre sus novelas y su pensamiento, se atrevió con otra, la última, Resurrección (1899), pero en ella, como señalan los filólogos M. Riquer y J. M.ª Valverde, "se muestra la desintegración del escritor, dividido entre su vocación moral y su virtuosismo de narrador".

A sus 82 años, la edad no le había hecho ni más conservador ni más conformista. Se escapó de su casa en mitad de la noche, acompañado de su hija pequeña y su médico. Fue la última huida de uno de los mejores novelistas de todos los tiempos. A los dos días de aquella fuga fallecía en la estación de Astapovo, habiendo llevado hasta la más radical realidad su profundo y atormentado pensamiento.

La enseñanza, única vía posible

El día que la vida de Tolstói quedó iluminada por la filosofía de dar todo a los pobres, ya no pudo dar marcha atrás. Y en ese 'todo' para ellos estaba la enseñanza. Tampoco en este asunto se quedó en la teoría, y pronto puso en práctica sus deseos. No dudó en trasladarse con su familia a una casa menor para destinar la fachada principal a una escuela. Y lo hizo pese a los reproches y reparos que se llevó de su mujer por este acto.

No pases de...

Una peli

Anna Karenina: Aunque no es su obra cumbre, y comparada con Guerra y paz, queda algo deslucida, es la más apropiada para adentrarse en la literatura de Tolstói. Existen varias versiones cinematográficas, pero nos quedamos con la dirigida por Clarence Brown y protagonizada por Greta Garbo en 1935. Warner Bros, 8,95.

Un disco

Beethoven: Sonatas: Le gustaban tanto las sonatas de Beethoven que solía tocarlas él mismo para su familia. Fue el escritor un apasionado de la música que no dudó en dejar claro que de todas las artes, ésta era la primera para él: "Cuando toda nuestra civilización se vaya al diablo, no lamentaré más que la pérdida de la música". Maurizio Pollini, DG, 21,95.

Un libro

El viejo León: Retrato personal de Tolstói que nos acerca a todas las facetas del autor de Infancia, adolescencia y juventud (obra para bucear en su autobiografía). Mauricio Wiesenthal, alejándose de toda erudición, nos acerca al universo tolstoiano con un texto que roza la novela y cuya lectura resulta absolutamente deliciosa. Edhasa, 7,95 .

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