Para la botánica cocinaron una guía de plantas ornamentales de Málaga que intentaba satisfacer la curiosidad de los chicos respecto a los árboles de sus calles y parques. Esa guía fue su primer libro. Ernesto y sus amigos le cogieron afición a descubrir cosas y compartirlas con otros.
Cada año establecen un calendario de excursiones por la provincia: ríos, montes, senderos, cañadas reales, minas abandonadas, todos los lugares por donde se puede caminar (Ernesto detesta la palabra senderismo). Y de ahí van saliendo guías, algunas ya clásicas, como Por los caminos de Málaga o la última, Por los caminos del monte San Antón (Airon Sesenta, 2005), que explora los secretos del monte-ciudadano que nos observa a todos. «El San Antón, a pesar de nuestras agresiones, es un signo de identidad de Málaga y un tesoro por la panorámica que ofrece y su biodiversidad».
Hoy hace sol junto a la cima, y Ernesto, que ya se ha jubilado, se arma de bastón para treparla. Verá La Maroma y la Sierra de las Nieves cubiertas de blanco; la cordillera del Rif (sí, África) velada por las nubes tras el mar azul; y las casas de labor que sobreviven encalladas en el verde de la ladera norte. Se sentirá como quien tiene un tesoro.
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