Tiene la virtud este irlandés serio y gruñón de saltar del jazz al blues, pasando por el country o el pop. Pero siempre demostrando que la música es su pasión: la guitarra, el saxofón y la armónica no se le resisten.
El concierto destila jazz por todos los poros: Van Morrison da paso a sus siete magníficos músicos, capitaneados por Matt Holland en la trompeta, que con sus solos arrancaron los aplausos del público. Todos ellos dieron una lección de virtuosismo.
Su repertorio repasa los temas de Magic Time, otros más antiguos, como The Healing Game, y un adelanto de su próximo álbum, Pay the Devil, que saldrá a la venta el 7 de marzo.
El montaje es sobrio, pero efectivo, con los músicos rodeándolo, literalmente, en el escenario. Está claro que Van Morrison sigue siendo uno de los grandes: los 40 años de profesión que lleva a sus espaldas le han servido para crecer.
Sólo hay una pega: su poca complicidad con el público, al que apenas dedica unas palabras, y su obsesión por un reloj que mide la duración del concierto. Aun así, en los 90 minutos de la actuación, llena de magia el auditorio. Van Morrison demuestra que está más vivo que nunca.
* Teatro Cervantes. C/ Ramos Marín, s/n. 20.00 h. De 30 a 60 euros.
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