Los reyes de la casa

No es cierto que los juguetes más demandados entre los niños murcianos sean los videojuegos, las muñecas electrónicas ni, por supuesto, la ecologista bicicleta.
Si hago caso a mis sobrinos, sus preferencias son claras: caja –o set, que dirían ellos– con todo lo necesario para construir adosados, con sus grúas, excavadoras, camiones, vallas y obreros provistos de cascos; los «legos» en su sentido más amplio para, ladrillo a ladrillo, levantar pisos que no son precisamente VPO; y el célebre Monopoly, que te permite ocupar calles ya recalificadas, donde comprar, rentabilizar y, si no hay más remedio, hipotecar tus casitas.

Tengo un sobrino un poco más pillo que se ha pedido el Tetris, porque ansía construir deprisa, un bloque tras otro, sin orden ni concierto, y también quiere un juego que se llama Pasta Gansa. A mí siempre me gusta regalarles un libro. En este caso he elegido uno de Demócrito, que descubrió que todo se forma a partir de átomos –pequeños ladrillos, para entendernos– y el espacio vacío.

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