Novela con malas pulgas

Juan Sebastián Cárdenas experimenta en ‘Zumbido’
Zumbido
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Zumbido

El escritor colombiano trasciende la literatura, y da un paso más allá de sus relatos

Fíate de los apuntes del instituto: una narración se compone de planteamiento, nudo y desenlace. Como big bang de Zumbido, la muerte de la hermana del protagonista; consuelo de una peculiar desconocida, huida en su compañía. En un escenario que confunde las sobras de la megalópolis —¿alguien dijo que en momentos como ese la arquitectura asume un protagonismo inusitado?— con lo rural salvaje, un perro ataca a nuestro hombre. Se entrelazaban las cuerdas en páginas anteriores, ahora se atan fuerte: su rabia abre el desfile de médicos con posgrado en brujería, adeptos de la secta del barrio, más mujeres y más extrañas, ocurre mucho, punto final.

Sesteen sin embargo los comentaristas de texto, pues —pese a la insistencia del autor en vincularse al realismo— Zumbido se zambulle en lo experimental. Por encima del grave zumbido magnético amplificado se escuchó el ruido de los botones de grabación. Luego una respiración. Una respiración normal. Y nada más durante un rato largo. Sólo el zumbido, discurriendo ahí adentro como un río terso, esbelto, interrumpido muy rara vez por la silueta bien recortada de un crujido? Una novela que es novela, y a la vez trasciende disciplinas: esto sí que es arte.

Y novela con 'quickbasic'

Todo este cuento ya había acontecido, todos estos hechos ya habían sido vividos en otros cuerpos. Estos acontecimientos no eran más que una paráfrasis sin ton ni son, una sucesión aleatoria de citas desviadas. La posibilidad del relato pasaba a través de nosotros como un significado cualquiera que se hospeda temporalmente en las palabras. El relato amenazaba con diluirse y yo temblaba. Juan Sebastián Cárdenas reinventa su escritura, mira de reojo a la composición azarosa de John Cage y no escapa de la inspiración, pero obedece a los dictados de un programa creado con QuickBasic y que le impuso temática, extensión o tono a medida que iba avanzando en la escritura.

QuickBasic obsesionaba a Mario Levrero, que gracias a él no olvidaba una toma de pastillas (según atestiguaba el subyugante Diario de la beca, en La novela luminosa). Existe un nexo entre ambos, informática aparte: la lucha por una literatura que aporte algo más. La gordita punk del último tramo evoca a la muchacha ídem de Fogwill, por ser evidentes, y de ahí saltaríamos a César Aira, y a unas vanguardias artísticas de aquí y de allá que no descubrieron ni inventaron, sino que despertaron cuanto ya latía. Pero, sobre todo, Zumbido desarrolla una veta que ya apuntó en su libro de relatos Carreras delictivas, quizá de pulso más tradicional. Primera lectura: un viaje alucinado a lo desconocido a la vuelta de la esquina. Rasquemos: qué sugiere el proceso de escritura, el resultado, y más allá el texto, la tecnología, el azar, su tener que ver. Por lo pronto gloria a Dios, que con su fuerza hace posible el temblor.

Zumbido. 451 Editores / 136 páginas / 15,50 euros

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