En la tarde del 30 de mayo, una patrulla observó a un grupo de personas que extraían ostrones de las rocas, por lo que les solicitaron las correspondientes autorizaciones para marisquear, de las que carecían.
Se trataba de un grupo de chinos que manifestaron que los ostrones eran para su propio consumo en una fiesta que iban a celebrar.
Ante la sospecha de que el destino final fuera algún restaurante chino de la zona para consumo humano, la patrulla incautó el marisco, cuyo peso ascendía a 45 kilómetros, y lo trasladó a la depuradora de la localidad.
Técnicos de la depuradora informaron que los ostrones incautados no eran aptos para el consumo humano, siendo devueltos al mar.
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