Durante la homilía pronunciada en la Catedral Primada durante una Eucaristía en rito hispano-mozárabe, comparó el que sucumbió a la muerte por comer del árbol prohibido con el que por el triunfo de la cruz gloriosa venció a la muerte, "el que se escondió bajo un árbol y el que a causa de nuestros pecados fue elevado al árbol de la Cruz".

"Es nuestra propia historia, no es otra, pues al comer del árbol prohibido, también para nosotros, se enfría el sol al mediodía y al acogernos a la manifestación de la Santa Cruz al mediodía se esconde al sol del pecado que nos daña como si fuéramos plantas frágiles", prosiguió el arzobispo de Toledo.

Así, haciendo alusión al Apocalipsis habló de la ciudad santa de Jerusalén, ciudad bien construida, y con el río de agua viva que surge de Dios y del mismo cordero. "Es ciudad con un árbol, el de la vida, que da luz y cosechas, una cada vez del año, y cuyas hojas sirven de medicina a las naciones", destacó monseñor.

"Ese árbol —continuó— sólo puede ser el árbol de la cruz, la cruz gloriosa, no habrá necesidad de luz de lámpara ni del sol para esta ciudad, no, porque el señor Dios irradia sobre los que habitan la ciudad de una luz que es la salvación de su Cristo, el León de Judá, que ha triunfado".