Las pesquisas de los detectives mortuorios

  • Visitamos el instituto anatómico forense de Madrid.
  • La morgue más importante del país nunca cierra sus puertas.
  • En ella se averiguan las causas de los fallecimientos.
Interior del Instituto Anatómico Forense.
Interior del Instituto Anatómico Forense.
Interior del Instituto Anatómico Forense.

Siete escalones separan la vida de los secretos de la muerte. Los mismos peldaños que franquean la entrada al Instituto Anatómico Forense, la morgue más grande de España, donde un equipo de 60 personas estudia cuándo, cómo y por qué encontraron la muerte sus involuntarios inquilinos (2.400 cadáveres acabaron aquí en 2009).

Una orden judicial en la que se solicite la autopsia es el requisito indispensable para poder ingresar en este 'exclusivo' club: el de quienes fallecieron en circunstancias que es necesario aclarar. La experiencia demuestra que, al final, el 65% de los casos son por causas naturales, y el resto, por muertes violentas, según el director del centro, Eduardo Andreu, amigo de desterrar el oscurantismo que acompaña a la profesión. 50 neveras individuales.

"El forense es muy vitalista, no somos enjutos ni nuestra especialidad es más desagradable que otras", asegura Andreu, que en los 21 años que lleva dedicado a la medicina forense ha visto cambiar completamente los procedimientos. Tanto que su primera autopsia parece de novela: fue en un cementerio a la luz de un camping-gas.

Dos décadas después de aquello, los 140 forenses que hay en la región cuentan con unas instalaciones mucho más evolucionadas. El Anatómico Forense ocupa 4.000 metros cuadrados, entre los que destaca una sala de autopsias (que no se enseña) con 7 mesas, varios laboratorios, 50 neveras individuales y un aula magna, entre otras dependencias, que abren 365 días al año durante 24 horas.

Cuerpos sin reclamar

Por estas instalaciones pasan de media ocho cadáveres al día, aunque en ocasiones se llegan a practicar 16 autopsias en una jornada. Además, una media de 25 cadáveres al año no son reclamados por nadie (a los dos meses, sus ayuntamientos asumen los entierros).

En todos los casos, "las 24 horas posteriores al fallecimiento son vitales" para determinar las causas de la muerte. Aunque en ocasiones los forenses tienen que darse por vencidos; son las llamadas 'autopsias blancas': descartan la muerte violenta, pero no llegan a saber qué pasó. Y eso a pesar de que el protocolo de hoy exige la práctica de pruebas toxicológicas, de anatomía patológica, apertura de cavidades, etc.

Andreu recuerda que su trabajo no se limita sólo a cadáveres; también con los vivos tienen mucho que decir. A un forense compete determinar la lucidez del asesino confeso de Marta del Castillo, por ejemplo.

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