Gastronomía, bailes y estandartes para celebrar la fiesta de Villalar a más de 6.000 kilómetros, en Canadá

Un menú tradicional y bailes regionales servirán a los cerca de 600 castellanoleoneses residentes en Canadá, a más de 6.000 kilómetros de distancia, para celebrar la festividad de Villalar, día de Castilla y León, fecha que conmemoran de manera anual el sábado más cercano a la cita regional.
De Izquierda A Derecha, Natividad, Laureano, Bernardo, Eriberto Y Eradio.
De Izquierda A Derecha, Natividad, Laureano, Bernardo, Eriberto Y Eradio.
EP
De Izquierda A Derecha, Natividad, Laureano, Bernardo, Eriberto Y Eradio.

Reunidos en torno al Centro Español en Toronto, creado en 1964 y del que muchos de ellos son socios fundadores y valedores por la importancia que ha tenido para su supervivencia en aquel país, los castellanoleoneses residentes en Toronto —el Centro Electoral de Españoles Residentes en el Extranjero (CERA) cifra en 599 los que tienen derecho a voto en toda Canadá— consideran ineludible la fiesta del 23 de abril, que celebran el sábado más cercano con bailes regionales y la gastronomía tradicional.

Pese a que la falta de recursos ha impedido que los fastos puedan experimentar la misma evolución que los que se celebran en la Comunidad —Galicia es la única autonomía que, junto al Gobierno, destina anualmente una partida para el Centro—, la apuesta ganadora de los castellanoleoneses es la gastronomía, la "mejor" de las que se ofrecen con motivo de cada una de las fiestas regionales.

"Todos dicen que es el Día de Castilla y León el que mejor se come", explicó a Europa Press el burgalés de Barriosuso de Villarcayo Eradio Peña, socio número 1 del Centro Español y residente en Canadá casi por la misma casualidad que sus compatriotas, que llegaron movidos por el trabajo y la inquietud por descubrir nuevos mundos.

Peña, quien reconoce vivir "dos vidas" —la real y la que los emigrantes dejan en su país de origen—, se trasladó a Alemania para atender una propuesta laboral de la compañía MAN y en Nuremberg, "de cachondeo", pidió trabajo en los consulados de Suecia, Australia y Canadá, país este último que le ofreció una oportunidad a los tres meses.

"Me vine para acá más solo que la una, sin tener referencias y sólo me dieron la dirección de Inmigración donde trabajaba un español que se llamaba Vicente", relató Peña, quien ya en aquel país, en el que desembarcó en septiembre de 1963, se casó con una joven navarra y finalmente encontró un empleo vinculado a su oficio, del que ya está jubilado.

El idioma fue una de las primeras barreras con la que se encontraron los emigrados en Canadá a finales de los 60 y principios de los 70 aunque entonces aquel país les ofrecía clases de inglés durante seis meses y un salario de 35 dólares a la semana, según recordaba Eriberto Barriuso, también burgalés y natural de Renedo de Valdelucio.

"Es una de las cosas que Canadá hizo muy bien ya que al terminar los seis meses te podías defender para ir a buscar trabajo pero aquí todos vinimos seleccionados, con un oficio y con chequeos médicos hechos", destacó Barriuso, quien salió de su pueblo para estudiar en Nanclares de Oca y Burgos y, ya en Madrid, se cruzaron en su camino Australia y Canadá aunque de nuevo ganó la segunda: a lo seis meses, en 1968, llegó a Montreal sin saber ni inglés ni francés y la ayuda de un grupo de músicos mexicanos le permitió llegar a Toronto.

Durante una década trabajó para otras compañías y finalmente, en 1979, montó su propio negocio; en ese tiempo ya había conocido a su mujer por medio de un amigo y se había casado.

Los "mejores" monasterios,

Los de carrión

Natividad Rebolleda, aunque ha pasado la mayor parte de su vida en Madrid y Toronto, no olvida la imagen de su "pueblecito", Carrión de los Condes (Palencia), del que además de presumir a la primera oportunidad —"tiene los mejores monasterios"— guarda una imagen "preciosa y muy bonita".

Encargada de bordar el estandarte de España que luce en el Centro, sede hoy de una "prematura" fiesta de Castilla y León que les acerca aún más a los recuerdos de sus familias y los escenarios de su infancia y juventud, Natividad ha dedicado toda su vida a la moda y la costura y, pese a la distancia, conserva intacto el cariño por Castilla y León al igual que Laureano Cadenas, natural de Astorga (León) pero residente desde hace 39 años en Canadá, país al que llegó en 1971 por medio de una hermana ya emigrada.

El frío y el idioma fueron los primeros obstáculos en la nueva vida de Cadenas, quien encontró en el Club Español el ánimo para continuar con una aventura —"si no hubiera sido por el club me hubiera vuelto"— que, más tarde, le llevaría a casarse con una madrileña, trabajar en Edmonton y montar su propia empresa de decoración pero no a olvidar su país.

"A mí me gustaría volver a España, soy muy español, pero mi señora y mi suegro dicen que les gustaría quedarse aquí", reconoce antes de confesar que, no obstante, Canadá se ha portado "muy bien" con él.

Similar es la historia del vallisoletano Julio Calvo, quien hizo un primer intento en Alemania y, aceptado para trabajar en Canadá y Australia, se decantó por el primero por la "cercanía". En 1963 desembarcó en Quebec, zona francófona, y de allí se trasladó a Toronto, donde también coincidió con el valenciano Vicente, cuasi "ángel de la guarda" para muchos de ellos.

En dos ocasiones regresó a España pero no se adaptó y regresó a Toronto, donde llegó a ser propietario de un negocio de 30 operarios que años más tarde vendió y, en la actualidad, el golf ocupa parte de la vida de este vallisoletano, quien como sus compatriotas vuelve todos los años a su ciudad, casi siempre los gélidos en Norteamérica o los de verano.

Los amigos de los amigos del segoviano Bernardo Martín, natural de Campo de San Pedro, le llevaron en 1968 a aquel país por dos o tres años, según creía él entonces, aunque nunca imaginó que 42 años después seguiría allí.

La apertura de un mercado laboral que permitía siempre encontrar empleo a la vuelta de cualquier viaje —"apreciaba eso mucho porque cambiaba de trabajo siempre que me daba la gana"— fue decisiva, junto al matrimonio con su esposa, marroquí sefardita, para quedarse en un país en el que aún desempeña su trabajo en el mundo de la joyería.

Su nueva castilla y león

La evolución de España en el último medio siglo se hace mucho más patente para sus emigrantes, los que año a año han comprobado, en sus viajes de vuelta a casa, los cambios experimentados y no siempre fueron palpables, según sus testimonios, en el caso de Castilla y León.

"Por fin alguien se acordó de hacer algo en Castilla y León, a la que años atrás no le daban ni lo que sobraba de las pipas", sentencia Julio Calvo, quien como la mayoría de sus compatriotas destaca, sobre todo, la mejora de las infraestructuras de la Comunidad.

El "sector" burgalés del Centro coincide en que la industria, las ciudades y las comunicaciones son tres de los campos que mayor evolución han experimentado a lo largo de los años. "Creo que ha evolucionado bien, igual hasta demasiado para poder acoger lo que verdaderamente la gente necesitaba", destacó Peña, quien reconoció la sorpresa que le causa comprobar el incremento de inmigrantes en España —"han emigrado para hacer los trabajos que los españoles no quieren hacer—".

Por su parte Laureano Cadenas, representante de la Maragatería en Toronto, no duda de la "horrible" evolución de España "para bien" —"ha cambiado en infraestructuras y en modo de pensar y hacer las cosas"— pero, en el caso de la Comunidad, quedan asuntos pendientes. "Le pido a Juan Vicente Herrera que potencie la industria, que ha avanzado pese a estar muy abandonada, casi como la Maragatería", reclamó.

El éxodo a las ciudades es uno de los aspectos más destacables de la evolución de la Comunidad para Bernardo Martín, quien pese a visitar su pueblo cada dos años aún no se explica que los pequeños municipios cuenten cada vez con menos habitantes pero con mayor número de casas. "Se ha observado un progreso grande porque cuando llegué aquí la vida era superior a la España y en la actualidad está más igualada".

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