Uno de los símbolos más odiados por los barceloneses ha caído. Primero se llevaron la estatua de Franco, después los cañones que apuntaban a la ciudad, luego se desmontaron las antenas militares y ahora se ha abierto la zona residencial del último destacamento que vivía en el Castillo de Montjuïc. Barcelona ha recuperado todas las hectáreas del recinto paramilitar para uso ciudadano.

El pasado viernes, la treintena de militares que todavía vivían y trabajaban en el bastión abandonaron las instalaciones. Una zona vallada y con acceso restringido en la que no faltaban los dormitorios (masculinos y femeninos), la cantina, el gimnasio e incluso una barbacoa con vistas al puerto y un estanque artificial.

En total, son cerca de cinco hectáreas en que se ubican todavía siete edificios, que se conservarán, y cinco polvorines, que no tendrán la misma suerte. Todavía no se ha establecido el uso que se les va a dar, pero lo que sí está claro es que el complejo estará abierto a los ciudadanos.

El delegado de Presidència del Ajuntament de Barcelona, Ignasi Cardelús, apunta que los edificios militares recién recuperados "podrían albergar los cursos del Centre de la Pau mientras dure la reparación del tejado del edificio principal". Algunos alumnos hasta podrían dormir allí. De momento, se están licitando las obras de la cubierta por valor de 1,5 millones de euros.

Las antenas militares se han ido retirando en los últimos meses, pero tres torres de comunicaciones se quedarán en la cima de la montaña. Una de ellas es de uso civil, otra de Gas Natural y una tercera de Transports de la Generalitat. El polémico circuito de tráfico infantil continúa situado en el foso del castillo, "a la espera de una ubicación mejor", según Cardelús.