Eloy Cuadra:"La cara de la inmigración tiene brazos y gritos en un cayuco"

  • Eloy Cuadra, guardia civil retirado y escritor, acaba de publicar 'Un ensayo sobre la violencia: En las fronteras de lo humano'.
  • En el libro, Cuadra reflexiona sobre su experiencia en aguas canarias y su convivencia diaria con el drama de la inmigración ilegal.
Nació en Milán (1971), pero a los 20 años se trasladó con su familia a Málaga. Actualmente reside en Canarias.
Nació en Milán (1971), pero a los 20 años se trasladó con su familia a Málaga. Actualmente reside en Canarias.
EFE
Nació en Milán (1971), pero a los 20 años se trasladó con su familia a Málaga. Actualmente reside en Canarias.

Cinco años patrullando en aguas canarias lo dejaron marcado. Cayucos, inmigrantes y muerte. Ahora estudia Filosofía, colabora con varios colectivos y escribe libros desde su experiencia personal. El último, 'Un ensayo sobre la violencia: En las fronteras de lo humano' (Ediciones Idea), acaba de salir al mercado.

¿Violencia e inmigración van ya demasiado unidas?

Parto de la base de que la sociedad occidental es violenta, es el mundo del sálvese quien pueda. Hay violencia por todos lados y si alguien la sufre de manera directa es el colectivo inmigrante. Hay muchas maneras de violencia, y una de ellas es la invisibilidad ante el sufrimiento.

¿Y vamos a peor con el paso de los años?

Vamos claramente a peor. En los últimos diez años, la imagen del inmigrante se ha cargado de elementos negativos. Los poderes públicos tienen mucha culpa, y también los medios de comunicación. Nos quedamos con la imagen del pobrecito que viene en el cayuco, nos la venden en telediarios y no vamos más allá. Nadie habla de que los centros de internamiento para inmigrantes son auténticas cárceles, de las redadas que se obliga a hacer a la Policía. Nadie habla del auténtico drama.

En el libro sostiene que es posible llegar a un mundo sin violencia, ¿hay receta?

Me baso en teorías de otros autores para sostener que hay pasos con los que se puede lograr. Primero, el ser humano debe tener confianza en sí mismo para hacerse crítico. Y hay que ponerle rostro al otro, ir en busca de él, del que sufre. Los africanos dicen: "Soy porque somos", algo que nos debería hacer reflexionar. Por último, ir contra el sistema, pero no quemando coches. Antes me preocupaba por el Madrid, por el Barça... y de pronto le pones cara a la inmigración. Entonces todo cambia y buscas pasar a la acción, intentando hacer algo. Ahora soy mucho más feliz.

¿Cuándo le puso cara?

Tengo muchas experiencias, algunas muy duras y otras más placenteras. Cuando estás recogiendo inmigrantes de madrugada en el mar, con lluvia y frío, sacas supervivientes pero también cadáveres. La cara de la inmigración tiene brazos y gritos en un cayuco: que te pidan auxilio, se te tiren a los brazos y te pidan que por favor no los sueltes.

¿Cómo se supera una rutina en la que se convive a diario con la muerte?

Es como los médicos, que mejor o peor intentan desconectar, que no les afecte demasiado. Yo estuve cinco años patrullando en aguas canarias, en los que viví de todo. Llegué a zambullirme cuatro metros para recuperar el cadáver de un inmigrante a la deriva, para que no se lo tragara el mar. Para que por lo menos su cadáver pudiera ser repatriado.

¿Cuál debería ser la política en inmigración?

Volviendo al tema de la violencia, ésta se encuentra en las instituciones, no en el hombre. Las leyes se hacen en los despachos y esa distancia de los políticos es criminal para el inmigrante. Lo que nos queda es la acción, hay mil formas de ayudar al tercer mundo, de intentar acercarse al inmigrante, de conocer su verdadero drama.

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