El fundador de Burning, Johnny Cifuentes, vocalista y teclista del grupo, recorre las paredes de «su casa»: El Cocodrilo Rock and Roll Bar. Repasa fotos del grupo en la Elipa, portadas de álbumes y bromea sobre su estética en los ochenta, con la que intentaban imitar a sus adorados Stones.

Hace dos años que no tocan en Madrid y de pronto están en una minigira de cinco conciertos.

Llevábamos tiempo queriendo tocar aquí y ha venido como anillo al dedo. Pero casi no nos da tiempo de saborear el concierto, mañana ya estamos en Bilbao. Después de tocar en Madrid nos gusta reunirnos con nuestros colegas, hablar de cómo ha ido...

No hay quien no haya tarareado eso de «mujer fatal, siempre con problemas». Ha pasado al imaginario común como una canción popular.

El nombre de Burning ha sido un hándicap de toda la vida. Cuando cojo un taxi con el teclado en mano y me preguntan para quién toco, digo: Los Secretos. Si hablo de Burning, al final tengo que cantar Mueve tus caderas o algo así. Burning surgió en un día de agosto, era algo como ardiendo, cachondo.

Empezaron cantando en inglés. Junto a Moris o Tequila, contribuyeron a consolidar el español como lengua del rock.

Nuestros primeros sencillos fueron en inglés, a nuestro productor le molaba hacer algo en la línea de la onda glam. I’m Burning lo cantamos frase por frase sin tener ni idea. Si lo oyera un inglés, no se enteraría de nada. Luego adoptamos el español, que es lo que tiene: si das con una frase o un verso idóneos y te encajan con el rock and roll es lo más maravilloso, pero es muy duro.

Durante la transición se vivió una eclosión en música y arte. ¿Imposible de recuperar?

Claro, es que estábamos todos escondidos y teníamos muchas cosas que decir. Se murió Paco (Franco) y, joder, no veas cómo lo celebramos todos. También tuvimos a un alcalde maravilloso (Enrique Tierno Galván). Y en el 76, 77, que yo vivía en Malasaña, fue el primer carnaval. Salgo de casa y veo a todo dios disfrazado en la calle. Pensé, hostias, esto está cambiando. Si volviéramos a tener otra dictadura, volvería a surgir otra especie de movida. Aquella historia tan mágica fue porque murió Paco.

¿Y ahora? En Lavapiés, por la instalación de cámaras de videovigilancia, hay carteles donde pone: «Sonríe, te están grabando». ¿No ve mermada la iniciativa?

No te lo puedo decir. No toco esos canales, soy un tipo de oros, copas, espadas y bastos. Voy a los mismos bares a escuchar música con mis colegas, pero no palpo la realidad. Yo me lo paso muy bien.

Cuando Pepe Risi (guitarrista del grupo) murió, algunos vaticinaron el final de Burning.

Incluso yo mismo. Tuve la suerte de vivir con una estrella. Murió y esa misma noche nos quedamos los Burning que quedábamos. Risi, desde la cama y malito, me dijo: «Tío, tienes que seguir, eres el único que queda». Se me quedó impregnado y los que quedamos hicimos un trato para continuar.

El dragón de la Elipa se queda. ¿Qué opina de la polémica?

A mí me parece bien. De la Elipa eran todos los demás. Lo que echo de menos es que un grupo que ha paseado su nombre por muchísimos sitios no tenga ni una fuente con el nombre de Pepe Risi. Aunque sea sólo por las doscientas canciones que hemos grabado y que muchos hablen de la Elipa.

¿Están componiendo?

Sí, vamos a sacar doce canciones nuevas y nos meteremos a grabar esta primavera. Será el álbum diecisiete. Los álbumes realmente sirven para estar en la carretera porque luego, cuando subes, quieren que toques los clásicos. Es como cuando yo voy a ver a los Stones, quiero que toquen Honky Tonk Women y Jumping Jack Flash.

Sala Heineken: Princesa, 1. Metro: Plaza España. Viernes 19, a las 20.30 h. Entrada: 18 euros.