Uno de los símbolos de la ciudad es la Potsdamer Platz. En los años treinta era la más moderna de Europa. Luego, el muro (que se conserva en parte) la cruzó y quedó desierta.
Hoy es un hito de la arquitectura moderna.
Sólo una fachada, que se conserva, resistió los bombardeos de la segunda guerra mundial.
A la masacre (cayeron un millón de bombas en un día) sobrevivieron pocos edificios y los que lo hicieron tienen muescas de metralla (por ejemplo, la iglesia de la plaza de Europa, conocida como Diente Hueco porque está agujereada).
Muy cerca de allí está el Tiergarten, un enorme jardín por el que pasean los berlineses.
esde la columna de la Victoria se puede ver toda la ciudad y no cuesta demasiado subir.
Tampoco hay que perderse el barrio judío, con sus patios interiores plagados de tiendas alternativas.
Ni el Berlín este (antes soviético), que empieza en la puerta de Brandemburgo. Muy cerca está la catedral, pegada al río Spree. Se puede hacer una parada en los barecillos cercanos que se asoman al canal.
Qué comer: Salchichas y cerveza (hay más de cien clases) y carne picada con especias. El precio, similar al de aquí. Un buen sitio: Josty, en la Potsdamer.
Dónde dormir: El alojamiento es muy caro, pero se pueden encontrar hoteles modestos por unos 80 euros la habitación doble en el exclusivo barrio de Charlottenburg (hotel-astrid.de).
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