Nuestra sociedad ha cambiado de manera clara en la primera década del siglo XXI. Y el reciclaje no ha sido el único frente en el que los ciudadanos se han involucrado. Concienciación sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, iniciativas para preservar el entorno, uso eficiente de la energía... Efectivamente, no somos los mismos.
Tomando el control
Luis, un barcelonés de 44 años, tomó hace dos años una decisión que cambiaría su vida para siempre. Se armó de valor, dejó el coche aparcado en casa y se compró una bicicleta para ir a trabajar. «Desde entonces soy otro», asegura. «Es cierto que hay muchos días en los que cuesta hacerlo, pero merece la pena». Para Luis, no se trata sólo de respeto al medio ambiente, sino que es también una cuestión de economía y, sobre todo, de salud.
Los madrileños Leonor y Alfredo optaron por algo similar. Ante la imposibilidad de desplazarse a su trabajo en bicicleta, por lo lejos que se encuentra éste de su domicilio, decidieron compartir el coche. La iniciativa sedujo a varios de sus compañeros de trabajo, y ahora cada vehículo lo ocupan siempre cinco personas, con el consiguiente ahorro de combustible y la lógica reducción de contaminación.
Autogestión. Es la palabra clave para explicar el modo de vida que eligió Juanjo. A través de la cooperativa BAH! (Bajo el Asfalto está la Huerta), gestiona una huerta ecológica situada en la localidad de Galápagos (Guadalajara). Un proyecto que apuesta por «fomentar la agricultura local, sin intermediarios, que sirve de plataforma para lograr un consumo más consciente, haciendo true- ques con otras cooperativas».
En 2003, Samuel, un ingeniero de sonido de Madrid, decidió dar un giro de 180 grados a su vida y dejó de consumir cualquier producto de origen animal. Ni carne ni pescado. Ni huevos ni lácteos. Tampoco compra prendas de vestir fabricada a base de piel de animales. Es lo que se conoce como vegetarianismo estricto o veganismo, y aunque se fundamenta principalmente en razones éticas, «por respeto hacia el resto de seres vivos», contiene también un componente claro de compromiso con la naturaleza. Según las estimaciones de diversas asociaciones veganas, la industria de la carne genera 40 veces más emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera que todos los medios de transporte combinados entre sí.
Quizás no podemas cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero todos somos capaces de aportar nuestro grano de arena para reducir, en la medida de lo posible, el impacto de nuestro paso por el planeta en el camino hacia una vida más verde.
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