Lo que antes se consideraba una dolencia de mayores (alrededor del 50% de las personas de edad sufren dificultades para caminar) se está convirtiendo en algo muy común entre los jóvenes, que acuden cada vez más a la consulta del podólogo. «Antes la media de edad del paciente eran 60 ó 70 años y ahora viene gente muy joven, con problemas similares», explica Jorge Pérez, del Centro Podológico Delicias.

 

El 65% de los problemas de los pies se producen por el calzado. Los tacones provocan una sobrecarga en la zona metatarsial y esto desemboca en durezas y problemas lumbares. «Los zapatos altos, de punta estrecha o demasiado sueltos (zuecos, sandalias...) obligan a los dedos a forzar su posición y provocan dedos de martillo o juanetes», señala Ana Maestro, presidenta del Colegio de Podólogos de Aragón.

 

Incluso el zapato que parece cómodo resulta perjudicial. La rigidez de las plataformas debilita la musculatura y las zapatillas surferas provocan ampollas y durezas. «Las deportivas son muy buenas para hacer deporte, pero no deben utilizarse a diario», señala Jorge Pérez.

 

 

Juanetes: La elevación del tacón provoca una excesiva carga corporal sobre el extremo del pie causando un desarrollo anormal de la unión ósea entre los dedos.

 

Dedos de martillo: Las puntas estrechas aprietan los dedos, que se amontonan uno sobre otro.

 

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El calzado que elijamos debe tener la anchura y forma de los pies, con puntas redondeadas, que sujete, pero que no presione demasiado los dedos. Lo mejor es que vayan atados en el empeine, donde no se daña ninguna articulación. La suela debe ser gruesa, sin llegar a las plataformas, y los tacones no deben sobrepasar los cuatro centímetros. Es mejor comprar los zapatos a última hora del día, cuando la musculatura del pie ha cedido, y es recomendable cambiar de calzado durante el día.