«Hace años había más de 20 urinarios, con sus duchas, por todo el distrito. Pero los quitaron», recordaba Antonio Muñoz, un vendedor ambulante de la Plaça de la Gardunya, uno de los emplazamientos para los nuevos urinarios.
Muchos vecinos se alegraban ayer por los indigentes del Raval a los que ya ni dejan entrar en los lavabos de algunos bares. «Me parece una gran idea porque se ven cosas muy desagradables en la calle», afirmaba Pere Rius, un vecino.
En la plaça George Orwell respiraban tranquilos al saber que se instalarán dos. «Está bien para acabar con el olor a orines que hay siempre», explicaba María José Peiró, una vecina. «Espero que el Ayuntamiento no se limite a poner sólo el urinario, sino que haya un control sanitario», comentaba Manuel Morales, trabajador de un bar.
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