Alejandro Rosa, de 7 años, fue el primero en acabar sus plumas de indio y salió corriendo por los pasillos del hospital, silla de ruedas incluida, con la intención de buscar a sus familiares y enseñarles su proeza. Sin embargo, Pedro y Aitana contaron con la ayuda de sus madres, ya que uno estaba pintando desde la cama y la otra tenía tan sólo 2 años.
Este taller, enmarcado en el programa Conociendo otras culturas, finalizó con la elaboración de un antiguo jardín zen, que es un conocido método antiestrés que utilizan ejecutivos nipones.
Sin embargo, éste tenía la particularidad de hacerse con artículos domésticos. Una bandeja de aluminio (donde se venden los pollos asados) sirvió de recipiente principal, que se cubrió con sal y algunas piedras, a las que se le atribuyen propiedades curativas y relajantes.
Rescatar valores de Oriente
Este taller «tiene mucho que ver con la tranquilidad y el retroceso de la ansiedad de los pacientes, además de que conocen una nueva cultura», explica Rosa María Martínez, la monitora que lo imparte en Reina Sofía. Además, añade que este jardín también tiene toda una filosofía detrás relacionada con los movimientos de la Tierra.
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