Plegarias desatendidas

En la esquela de la mujer asesinada en Barakaldo por su pareja aparecía como uno de los primeros dolientes el nombre de su verdugo.
No debemos perder tiempo en entender a los agresores, sino en proteger a esas mujeres que soportan un dolor silente para que los vecinos no oigan, no vaya a ser que piensen que son ellas las culpables. Porque esto es lo que ocurre a menudo, lo que también le pasó a Ana Isabel.

Había presentado dos denuncias por malos tratos, tenía miedo y buscaba un refugio donde protegerse de alguien que un día tomó por su príncipe. Sin embargo, pensó que algo habría hecho para que él la arrinconara y golpeara hasta descargar su fuerza de macho, y retiró las denuncias. Es lo que tiene ser torturada día tras día que, al final, te hacen creer que sin él no eres nada. Y esto es lo primero que habría que enseñar a estas mujeres que sin él, lo son todo.

Suele ser la dependencia afectiva lo que más imposibilita la huida. Para luchar contra ello, se necesita el apoyo efectivo de las instituciones. Y dejarse de promesas incumplidas que se olvidan hasta el siguiente asesinato.

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