Gente más joven, entre los 30 y los 40 años, y sin enfermedades, con síntomas de asfixia en esfuerzo o dolores en el pecho provocados por el consumo de tabaco, empieza a tratarse en los diferentes centros de la ciudad. Algo normal, según el responsable universitario del programa Espazos sen fume, el vicerrector Miguel Ángel Simón, «puesto que se ponen todas las medidas a su alcance y existe información». Pero «un pequeño porcentaje», en opinión del psicólogo Santiago Suárez, «porque desde hace diez años las mujeres han sido casi las únicas».

Junto con ellas vienen sus maridos, «que a ciertas edades suelen ser más reticentes», dice Elena Viturro, presidenta en A Coruña de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

«Motivación y constancia ante las recaídas –dice– son los requisitos para dejar el tabaco». El organismo que preside posee una unidad de deshabituación desde 1994 por la que ya han pasado más de 2.000 coruñeses. Al finalizar el proceso, el 60% deja de fumar, aunque definitivamente sólo lo hace un 40%.

«El tabaco es una sustancia muy adictiva que tarda siete segundos en llegar al sistema nervioso central», apunta el psicólogo Santiago Suárez, por lo que es muy frecuente el uso del cooxímetro, un aparato que mide la nicotina del cuerpo.

«Lo más importante –añade– es hablar en positivo, ya que las campañas que emplean el miedo suelen durar menos que una tarta delante de un colegio».

Apuesta por dejar los humos fuera

Los precedentes de las políticas de prohibición del tabaquismo se encuentran en dos instituciones públicas. La Universidade de A Coruña aprobó la Normativa sobre Espazos sen Fume el 14 de octubre de 2004. Prohíbe fumar, excepto en los recintos habilitados, y ofrece un tratamiento gratuito a quien lo desee. Un ayuntamiento sin humo comenzó a andar el 31 de mayo de 2005 en el Consistorio. En ambos casos se reconoce que se infringe la norma, pero son más quienes la respetan.