La madre patria

El Día de la Hispanidad, o Día de la Raza en Hispanoamérica, ha adquirido allí en los últimos años una adhesión diferente a la del pasado.
Muchos descendientes de aborígenes americanos, cuya mayoría fue exterminada en la conquista europea, viven esta jornada como de duelo.

Diversas comunidades aborígenes se concentran para reclamar el derecho de propiedad de sus tierras, avasallado por el hombre a partir de esa fecha. Esto dista bastante de las nociones que nos dejaron los libros en los primeros cursos del colegio, que resaltaban la idea de una misión evangelizadora y civilizadora de España en el Nuevo Mundo, donde la generosidad posibilitó la creación de escuelas, iglesias y adelantos de todo género.

Como dice Andrés Sopeña Monsalve en El florido pensil, parodiando esas enseñanzas: «Y los mejores españoles se fueron para América, a enseñar a aquellos salvajes a hablar, a rezar y a vivir. Y también les enseñamos a lavarse y a vestirse y a ir a la escuela, que por eso nos llaman Madre y no Padre». El 12 de octubre merece ser recordado por lo que fue y por lo que desencadenó, y de ninguna manera celebrado. No hay nada que festejar.

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