Detrás de las estadísticas se esconde, por lo general, la historia de obreros que no superan los 30 años, muchos de ellos inmigrantes y contratados en condiciones «precarias», según CC OO. También abundan las historias de obreros que han sufrido accidentes graves –hasta agosto iban 583–, algunos de los cuales se quedan inutilizados de por vida.
El consejero de Empleo, Juan José Güemes, se mostró ayer preocupado por la alta siniestralidad y reclamó al Gobierno central más inspectores para controlar las obras.
El drama de los heridos graves`
ZakarIa el hjiouey, 25 años. Encofrador
Zakaria el Hjiouey cree que no volverá a ser el mismo nunca más. El 8 de septiembre, mientras trabajaba en las obras de remodelación de un hotel, se cercenó el dedo pulgar de su mano derecha y estuvo a punto de perder el índice con una máquina de cortar madera. «Yo creo que esto es una cosa de Dios», dice con resignación este marroquí que lleva seis años en España. UGT denuncia que en este caso el accidente se clasificó como leve, pese a su gravedad. Por esa razón no se notificó a la Inspección de Trabajo y no se abrirá una investigación.
Julio Verduga, 26 años. Soldador
Julio Fernando Verduga dice que volvió a nacer el 14 de julio. Trabajaba en las obras del enlace del AVE con Valladolid, en Colmenar Viejo, cuando una máquina le destrozó la mandíbula. Llevaba pocos meses haciendo turnos de doce horas seis días a la semana.
Antes, dice, cobraba 2.400 euros al mes, pero la incapacidad indefinida sólo le cubre 1.000. «Me había comprado un piso y estaba pagando una hipoteca de 980 euros. ¿Y ahora cómo alimento a mi mujer y a mi hija con 20 euros?», se pregunta, consternado, este ecuatoriano.
Alfredo Rea B, 41 años. Obrero
Al ecuatoriano Alfredo Rea Berones sólo le pusieron «un poco de hielo» el día que se quebró el dedo pulgar de su mano izquierda mientras cortaba piedras de mármol en una obra en Aranjuez. Cuando acudió al hospital, los médicos le dijeron que había que operar. Ya lleva dos intervenciones y lo más probable es que no pueda volver a trabajar en el sector de la construcción. Su mujer, Leonila, habla por él: «Estamos en una situación muy dura, realmente difícil. Yo creo que muchas veces los empresarios abusan de nosotros porque somos inmigrantes», dice.
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