Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Ayuso y Puente, tensión y sumisión

Isabel Díaz Ayuso, recibe al embajador de la República Checa en España, Libor Secka, en la Real Casa de Correos de Madrid
Isabel Díaz Ayuso, recibe al embajador de la República Checa en España, Libor Secka, en la Real Casa de Correos de Madrid
Europa Press
Isabel Díaz Ayuso, recibe al embajador de la República Checa en España, Libor Secka, en la Real Casa de Correos de Madrid

La relación entre los partidos políticos y los medios de comunicación podría definirse como aquello que sucede entre la tensión y la sumisión. En los últimos días, hemos vivido dos ejemplos de tensión interesantes que merecen atención y una lectura corporativa. En ambos casos, el político se enfada con el medio de comunicación, lo descalifica, lo amenaza y, además, deja rastro.

El jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid se permitió un calentón en WhatsApp con una periodista con la que dice tener una relación de confianza. En lugar de defenderse por el conducto reglamentario, con paciencia y sosiego, se dedicó a utilizar recursos de cacique que, además de ser groseros y estar fuera de lugar, suponen una inyección de combustible en el amenazado. Ser víctima, en este momento de la historia, es un chollo.

Ayuso, cómo no, salió a defender al cacique y aquí paz y después gloria, pero no todo es tan sencillo. Las formas son importantes y, si se pierden, cargan de razón al oponente. El insulto de patio de colegio y el tono chulesco y desafiante no son el mejor camino para gestionar los problemas ni para representar a nadie. Por otro lado, el ministro Puente parece que no se ha enterado todavía de lo que significa el cargo que ostenta. Su roce de la semana ha sido con otro medio que le busca las cosquillas por un problema con su hermana.

El insulto de patio de colegio y el tono chulesco y desafiante no son el mejor camino para gestionar los problemas ni para representar a nadie.

Al parecer, Puente, dispone de tiempo durante los fines de semana para chapotear en el lodazal de las redes sociales. Insulta, descalifica, responde de forma grosera, coloca imágenes ofensivas y con eso cree defenderse de la manera más adecuada. Se equivoca. Parece nuevo y muestra, además, una debilidad y una vulnerabilidad que el rival puede aprovechar. Genera también, como Ayuso y su jefe de gabinete, un sindicato de víctimas que celebran respuestas y bloqueos como si recibieran una estrella Michelín.

Lo triste de la situación es que, aunque las asociaciones de la prensa han emitido sus comunicados de denuncia, esto no parece una lucha entre poderosos e informadores. Es más bien una disputa entre un partido y sus lacayos contra el otro y los suyos. Resulta llamativo comprobar cómo se ignoran las amenazas de una y los insultos del otro en los medios afines de cada uno y cómo se tratan de defender y retorcer las razones de unos y de otros según sea el color del micrófono. En este juego siempre gana el poderoso que se carga de razones y se comporta como un niño consentido y maleducado al que todos le ríen la gracia. 

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