La plaza Agustín Lara, en el barrio de Lavapiés, acogió este sábado por la tarde un insólito evento. Los fanáticos de Michael Jackson se reunieron junto a los amantes del cómic y de los juegos de rol para disfrutar de la primera edición del Festival Friki de Madrid.

“Un friki es una persona con gustos distintos a los de la mayoría de la sociedad, no es nada ofensivo”, aseguran desde la organización. “Queríamos que todos los que compartimos estas aficiones pudiéramos tener un espacio para nosotros. Al fin y al cabo esto también es cultura”, remarcaron.

Quienes se acercaron hasta la plaza madirleña pudieron comprobar desde el primer momento que esa tarde iba a ser muy diferente a otras veladas. Nada más entrar, los visitantes eran recibidos por una mujer enfundada en un traje aislante, mascarilla de gas incluida, que les entregaba un panfleto con las recomendaciones sobre cómo actuar en caso de una emergencia zombi.

Si los asistenes querían saber cómo se siente un muerto viviente con su físico, tres puestos de maquillaje les convertían en un sangriento zombi en poco tiempo y de forma gratuita. Y como recompensa por mostrar falsas heridas abiertas y moratones muy logrados sobre sus caras y sus brazos, los maquillados recibían una camiseta promocional gratis.

Sólo debían mostrar su folleto de instrucciones sobre cómo reaccionar ante un ser que ha regresado de entre los muertos y acercarse al stand de la película REC2 para pedir su premio. Después se proyectaría el tráiler del filme, que se estrena el próximo 2 de octubre, con una versión del tema Suspiros de España como fondo. Una original manera de publicitar un largometraje.

Aunque sin duda la actuación más esperada de la noche fue la protagonizada por cinco bailarines que homenajearon a Michael Jackson interpretando su famoso Thriller, mientras el videoclip de la canción era proyectado detrás.

No faltaron tampoco los puestos de complementos y artículos curiosos, además de los dedicados a la venta de las últimas novedades en el mundo del cómic y el manga. Broches con forma de disquete de ordenador, un teléfono con forma de vaso de Coca Cola y muñecos del videojuego Sonic se vendían a precios muy asequibles. El broche final lo puso la proyección de la película Los Cronocrímenes, de Nacho Vigalondo.