No sólo hay mar, belleza y comida: San Sebastián, con el final del verano, ofrece también su Festival de cine, que cumple su 57ª edición. Y lo hace, frente a las dudas sobre el futuro del Séptimo Arte, con películas venidas de medio mundo, que provocan expectación por la llegada de lo nuevo de directores consagrados y euforia ante la posibilidad de descubrir jóvenes realizadores.

La Sección Oficial ofrecerá, hasta la clausura del día 26, 18 películas. El canadiense Atom Egoyan abre el fuego con Chloe, que se espera alcance el nivel de sus anteriores obras, como Exótica o El tiempo de la felicidad. La sección oficial se completa este viernes con El baile de la victoria, de Fernando Trueba, que no entra en competición. Esta adaptación de la novela de Skármeta promete tensión, emoción y, según su director, un romanticismo exacerbado.

España y Francia, protagonistas

El cine nacional, que no ha tenido demasiada suerte en las últimas ediciones (no gana la Concha desde que lo lograra en 2002 Los lunes al sol), cuenta con tres aspirantes. Isaki Lacuesta, autor de Cravan vs. Cravan, cuenta una historia sobre guerrilleros en Los condenados. Javier Rebollo mostrará su segundo largo, La mujer sin piano, y la pareja formada por Álvaro Pastor y Antonio Naharro ofrece una historia arriesgada, sobre un joven con síndrome de Down, en Yo, también.

También Francia acude con fuerza a la cita donostiarra. Bruno Dumont, premiado en Cannes con L’Humanité (1999) y Flanders (2006), relata en la dramática Hadewich la difícil vida de una joven llena de fe. El otro candidato galo será Francois Ozon: el autor de La piscina se adentra en el mundo de las drogas con la inquietante Le Refuge.

De cualquier rincón del mundo

Latinoamérica estará presente en la Zinemaldia con dos firmas de peso. El argentino Juan José Campanella, que hace años sedujo con El hijo de la novia, repite con su actor fetiche, Ricardo Darín, en el policíaco El secreto de sus ojos. El otro director sudamericano será Rodrigo Garcia, colombiano al mando de la estadounidense Mother and Child, en la que destacan estrellas como Naomi Watts o Samuel L. Jackson y que, fuera de competición, cerrará el festival.

El cartel de este festín se completa con filmografías más desconocidas. Australia estará representada por Blessed (Ana Knninos), el cine chino mostrará City of life and death (Lu Chuan) y Turquía acude con 10 to 11, de Pelin Esmer.

Como en cualquier festival que se precie, la dosis de cine iraní la pondrá The White Meadows, de Mohammad Rasoulof, mientras otra cinematografía al alza, Corea del Sur, presenta I came from Busan, de JHeon Soo-il. Para los más ortodoxos,  el alemán Matthias Glasner firma This is love y la estadounidense Get Low, de Aaron Schneider, trae el talento interpretativo de Robert Duvall, Bill Murray y Sissy Spacek.

Zabaltegui y sus pesos pesados

Tarantino, Gilliam, Jarmusch, Haneke, Allen... La proyección de sus últimas obras, además de las de Audiard o Ghobadi, le otorgan al Festival mayor reconocimiento y respeto. Malditos bastardos, que se estrena también hoy en las salas comerciales, traerá hasta Donosti a Quentin Tarantino y, casi confirmado, Brad Pitt. El Imaginario del Doctor Parnassus, de Terry Gilliam, mostrará el trabajo póstumo de Heath Ledger.

Jim Jarmusch, que también vendrá a la ciudad, mezcla policiaco y absurdo en Los límites del control, mientras la cita anual con Woody Allen se adelanta gracias al Festival con Whatever Works. Dos de las triunfadoras en el último Cannes, La cinta blanca de Michael Haneke y Un Prophete de Jacques Audiard, serán vistas por un público que también descubrirá Taking Woodstock, de Ang Lee.

Un Donostia noble y homosexual

El actor Ian McKellen, nacido en 1939, será el homenajeado con el Premio Donostia este año, tomando el relevo de Antonio Banderas y Meryl Streep. El británico, ganador de la Concha de Plata al mejor actor en 1998 por Dioses y monstruos, ha sabido conjugar en su carrera los papeles clásicos con la extraordinaria fama y dinero obtenidos gracias a las sagas de X-Men y El señor de los anillos.

Homosexual reconocido desde hace más de dos décadas, McKellen está muy comprometido, a través de la organización Stonewall, con los derechos de gays, lesbianas y bisexuales.