Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Una apertura de legislatura alternativa

La apertura de la legistatura es como ir al ballet.
La apertura de la legistatura es como ir al ballet.
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La apertura de la legistatura es como ir al ballet.

Ver el acto de apertura de la legislatura es como ir al ballet o a un musical: algo solemne, coreografiado, previsible, amansador de ovejas y  somnífero eficaz. Como en un cuento infantil, tenemos un rey y una reina, una princesa, unos caballeros y unas brujas malas que no quieren asistir. Ya nos lo sabemos. Frente a la fanfarria y el terciopelo, frente al discurso intervenido y supervisado, propongo una apertura alternativa.

Propongo abrir la legislatura con esta reflexión: hemos delegado demasiado en los políticos, no nos han correspondido y no tiene pinta de que lo vayan a hacer. Es momento de pensar en recuperar atribuciones ciudadanas que no deben estar en manos de un grupo de sujetos que olvidaron el servicio público y la dedicación al ciudadano para centrarse en servir a su partido y en mantenerse en el poder.

Hemos delegado demasiado en los políticos, no nos han correspondido y no tiene pinta de que lo vayan a hacer.

No deberíamos delegar en la clase política el estado de ánimo. No puede ser que las decisiones políticas nos enfaden, nos enfrenten o nos animen o desanimen. Debemos hacernos invulnerables a eso. Tampoco deberíamos subcontratar el pensamiento. Esto lleva esfuerzo, pero es muy necesario. Esperar a que hable el político de tu color para saber lo que debes pensar y defender es darse por vencido, se parece a un suicidio intelectual por fascículos y supone negarse una de las facultades más importantes del ser humano: la libertad de pensamiento.

No hay que dejar en manos de la política el vocabulario. Los políticos inventan palabras, las retuercen y las estiran. Mienten, cambian de opinión, no dicen toda la verdad y buscan términos que les ayuden en esta patética misión. El periodismo debe ser más exigente al ser altavoz de palabras y expresiones ridículas y, a veces, obscenas que siempre debería entrecomillar y nunca hacer suyas.

El concepto de progreso es algo que tampoco hay que dejar en manos de la política porque algunos se lo adueñan mientras se dedican a la reacción, el control y la amenaza. La ciencia en todos sus sentidos y disciplinas es otro ámbito en el que la política arruina todo lo que toca, lo dogmatiza a su antojo y señala con palabras infames a los que dudan. El método científico pasado por el tamiz de la política es una caricatura muy triste. La educación es otro ámbito sobre el que habría que reflexionar. ¿Por qué los maestros deben hablar y escribir como políticos cuando no lo son?

Ideas grandes con las que puedes mirar a la cara a un amigo, a tu cónyuge, a tu padre o a tu hijo como la verdad, el honor, el respeto, la magnanimidad, la honradez, la bondad, la longanimidad y muchas otras son realidades que tampoco debemos subcontratar en un grupo de personas que deben encargarse de la gestión, dar cuenta de ella y dejar que el ciudadano viva en paz y no en un constante estado de enfado y disputa. El ciudadano debería recuperar estas y otras muchas partes de su vida para no dejar que la política lo ensucie todo y se nos meta a todos hasta la cocina como un moscardón ruidoso, sucio y molesto que se estampa obstinado contra el cristal.

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