OPINIÓN

Amaia Montero

Amaia Montero
Amaia Montero
Europa Press / GETTY
Amaia Montero

Vivimos en un mundo donde las noticias corren a una velocidad de vértigo. Al momento en cualquier punto del planeta una persona puede enterarse de lo que sucede en la más remota aldea. Unas impactan más y otras menos, y de ahí la trascendencia que ocupan en la conversación pública. Lo que se habla en los corrillos de la vida cotidiana es lo que entra en los hogares, como por ejemplo las recaídas y reapariciones de la que en su día lideraba el grupo La Oreja de Van Gogh.

Una banda que es la que más discos ha vendido en los últimos 30 años en España. Eso quiere decir que, guste o no, en las radios, las tiendas, los coches o en cualquier evento han sonado sus canciones. La voz dulce de Amaia se ha colado en las casas de los españoles, tanto ciudades como pueblos, y por ese motivo cuando algo sucede alrededor de esta figura la gente habla de ello. Es el pecado de haber sido tan buen artista.

Poco a poco irá resurgiendo de un altibajo del que poco se conoce. Amaia necesita cariño, no críticas. Volverá a a escribir la canción más bonita del mundo, y nos ayudará a encontrar a ese mosquito que era el más tonto de la manada. Dejará de lado la muñeca de trapo y nos hará recordar aquellas tarde de invierno por Madrid. Una cara empapada a la que llegarán mil rosas y que vuelva a situarle en el trono de la reina del pop del siglo XXI.

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