Música, vino, naturaleza, artesanía… el formato de festival a escala humana se afianza en España

  • Frente a los macrofestivales, se afianzan los encuentros de aforo reducido y cuidados e integrados en el entorno.
Una fotografía tomada durante una actuación en el festival Ribeira Sacra.
Una fotografía tomada durante una actuación en el festival Ribeira Sacra.
Javier Rosa
Una fotografía tomada durante una actuación en el festival Ribeira Sacra.

Estamos en temporada alta de festivales: desde el boom a mediados de la década pasada, reunirse para ver conciertos entre Semana Santa y octubre es una tendencia al alza. Mucho se ha hablado de la burbuja de los macrofestivales, pero con la entrada de fondos de inversión (en su mayoría estadounidenses), lejos de pinchar, crece.

"Antes de la crisis del 2008, ya eran casi 500 festivales en España. En medio de un ambiente de descrédito y hostilidad [ruido, etc.], a mediados de los 2000, el Sónar encargó a Deloitte un informe sobre su impacto económico. El ayuntamiento se dio cuenta del dinero que generaban. Ese informe empezó a circular por otros ayuntamientos y los festivales se multiplicaron", cuenta Nando Cruz, autor de Macrofestivales, el agujero negro de la música (Ediciones Península), ensayo en el que demuestra que este tipo de encuentros han sucumbido a la voracidad del capitalismo. "En 2008 ya hablábamos de burbuja, pero hoy, como publicó David Saavedra en un reportaje, son unos 1200 festivales", añade Nando.

Atrás queda la magia de Woodstock, en medio de la naturaleza y lejos de las leyes del consumismo. "El rollo contracultural, de protesta contra el contexto político, se ha perdido. Woodstock fue algo excepcional, irrepetible. Los festivales fueron una excepción en España: pero ahora son un modelo homogéneo de consumo que se reproduce cada año", opina Nando.

De la emoción al producto

"Se ha llegado a un punto de saturación en que hay macrofestivales en toda nuestra geografía con los mismos lineups y pocas oportunidades para otros artistas. Se ha perdido la esencia, la del gusto por la música y su experiencia para convertirse en producto. Por no hablar de la huella ecológica de estos macrofestivales", explican por email los tres directores del festival Cranc de Menorca, Nuria Marnuy, Esteve Torres y Dani Herbera.

Frente a este formato –eventos de más de 10.000 o 15.000 asistentes–, se afianzan los encuentros de aforo reducido y cuidados e integrados en el entorno. "Cuando empezamos con el 17º Ribeira Sacra en 2017, la idea era generar una interacción distinta: aquí estás a pocos metros del músico y en plena naturaleza. Cada año hay más demanda de este formato que hemos implementado en otras zonas. Después de la primera edición de Tierra Bobal, que se acaba de organizar en la comarca valenciana Utiel-Requena, ya son cuatro citas dentro de Festivales Para un Territorio", nos cuenta Carlos Montilla, director de este sello.

El público disfruta del Ribeira Sacra.
El público disfruta del Ribeira Sacra.
JAVIER ROSA

Esférica, Nómade, Ribeira Sacra y Tierra Bobal se caracterizan por el aforo reducido (la mayor afluencia se da de noche, máximo 1.000 personas; durante el día hay espacios para unas 550 personas y actividades para unas 20 -30 personas), la comodidad y por aunar música con naturaleza, turismo, gastronomía y vino. "Las experiencias crecen, por ejemplo, para el 17º Ribeira Sacra, seguimos con los conciertos en catamarán por el Río Sil para máximo cien personas, las catas y las rutas por Adega. También proponemos una visita a la Reitoral de Gundivós donde se podrá ver técnicas artesanales milenarias", explica Montilla.

De hecho, el 17º Festival Ribeira Sacra (el 17 se refiere a la inclinación de las laderas en la región) ha vuelto a ser premiado con el Best Small Festival en los Iberian Festival Awards, un galardón que reconoce los mejores festivales de la península ibérica. "Los estudios indican que el 75% de la huella de carbono no lo genera el festival (trabajadores, residuos…), lo genera el público trasladándose al recinto", nos recuerda Nando Cruz. Para minimizar el impacto medioambiental, el Ribeira Sacra cuenta con un servicio de autobuses lanzadera.

Para el Cranc festival (Illa de Menorca), cuyo aforo es de 800 personas, el entorno es fundamental. "Colaboramos con asociaciones locales. El año pasado recogimos plásticos con Per La Mar Viva en una cala en la que también participó Christina Rosenvinge. Además, este año, tenemos prevista la plantación de posidonia oceánica con Agua Nea", explican los directores del festival. Perderse conciertos por la distancia entre escenarios es algo muy común en los macrofestivales. "En Cranc en menos de diez minutos se puede ir a pie entre localizaciones", corroboran los directores.

Público del festival Rioja Alavesa.
Público del festival Rioja Alavesa.
RIOJA ALAVESA

Contra la huella de carbono

Varios festivales ideados para más de 15.000 personas están intentando reducir su huella de carbono. "En Fan Futura plantamos especies autóctonas, en este caso almeces donde se realiza el festival, en el municipio de San Javier [Murcia]. También donamos a proyectos de recuperación de la flora y fauna del Mar Menor", explica José Antonio Fernández, director de comunicación de FAN FUTURA, certificado por Eventsost como Festival Sostenible. El Ebrovisión, cuyo aforo es de 20.000 personas (el del recinto principal es de 5.800, a los que se suman otros seis escenarios) también se reinventa.

"Vasos reciclables, recogida de residuos clasificados, convenio con Renfe para los transportes de larga distancia y productos de cercanía y km cero. Los siete recintos, con el río Ebro como hilo conductor, se encuentran a menos de 15 minutos andando y ninguna actuación se solapa", explica Rami Molinero, director del Ebrovisión. Y añade: "Muchas de nuestras actividades son gratuitas y conviven con la ciudad. La idea es que Miranda del Ebro no se masifique… Aquí nadie se queja porque no traigamos a un grupo concreto, pero sí se quejan si su nivel de comodidad no es al que les tenemos acostumbrados".

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