"Ha sido el viaje de mi vida"

  • Los 100 jóvenes de ‘Madrid Rumbo al Sur’ regresan de Marruecos tras 20 días de una estrecha convivencia.
  • "Si pudiera, volvería atrás en el tiempo al día que salimos de Madrid", asegura una de las expedicionarias.
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Los expedicionarios de 'Madrid Rumbo al Sur' durante una marcha por el desierto del Sáhara.
Los expedicionarios de 'Madrid Rumbo al Sur' durante una marcha por el desierto del Sáhara.
JL CUESTA/MADRID RUMBO AL SUR
Los expedicionarios de 'Madrid Rumbo al Sur' durante una marcha por el desierto del Sáhara.

Han subido al Atlas, han montado en dromedario en el Sáhara, han limpiado una playa y superado una tormenta de arena y grillos. Han dormido en el suelo, han soportado largos viajes en autobús, han aprendido a regatear en las medinas y a compartir agua de sus cantimploras. Han crecido como personas. A los 100 chavales de 16 y 17 años que el pasado 20 de agosto partieron a Marruecos, gracias al programa 'Madrid Rumbo al Sur', para ver los proyectos de cooperación que la Comunidad tiene en el país africano, este viaje les ha cambiado la vida.

Salieron de Las Ventas con la mochilas cargadas de ilusión y observando a sus compañeros. Sabían que allí comenzaba un viaje que les iba a dar oportunidad de ver cosas que de otra forma nunca podrán conocer. Miraban de reojo a los demás chavales, querían saber si, a pesar del calor, también ellos se habían puesto las botas para tener más sitio en la mochila y actuaban como si fueran expertos en la materia, intentado disimular su nerviosismo e inseguridad. Sólo 20 días después, ese centenar de jóvenes está a punto de volver de un viaje que les ha hecho crecer: se nota en sus miradas, lo expresan en cada comentario.

En pie a las 6.00 h

A pesar de las largas caminatas, de los ranchos del ejército para comer, de estar varios días sin pasar por la ducha, las diarreas y vómitos y de los madrugones a las 6.00 h para hacer deporte, muchos, como Inés, lo tienen claro: "Ha sido el viaje de mi vida", asegura esta joven madrileña, de origen polaco, en el autobús Rumbo a Tánger. "Si pudiera, volvería atrás en el tiempo al día que salimos de Madrid", asegura con una mirada despierta y llena de brillo.

Este viaje también ha servido para unir a jóvenes madrileños que en otra circunstancia, probablemente, nunca se hubieran conocido: inmigrantes, chavales de familias adineradas, boy scouts y okupas se mezclaban entre ellos sin dar importancia a sus diferencias ni procedencia. Si alguien necesitaba un plato porque había perdido el suyo, en seguida aparecía otro expedicionario que se lo prestaba; cuando alguien estaba malo, otro le hacía compañía y en los largos viajes de autobús, dormían plácidamente apoyados los unos en los otros. "Esa chica es bastante pija, pero es maja y nos entendemos", comentaba un chico con rastas.

Los expedicionarios, que ya están en Ceuta, no tienen demasiadas ganas de volver a Madrid. Quieren alargar el viaje y por ello muchos se afanan en reflejar todas sus emociones y experiencias en los cuadernos de viaje. Sus diarios se han llenado de maduras reflexiones acerca del amor y del odio, de la pobreza o la violencia de género. De coloridos dibujos de los paisajes visitados, de etiquetas de botellas de agua, de pegatinas de tiritas e incluso de paquetes de comida del Ejército. Saben que el autor del mejor cuaderno volverá a repetir el año que viene. Como ya hizo Rocío el año pasado o como Loreto, estudiante de Biología, que ganó el concurso hace tres años y ya forma parte del equipo que hace posible esta expedición.

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