Mujeres inmigrantes

Más de la mitad de la población inmigrante que vive en Euskadi es femenina.
Mujeres que abandonaron sus casas, expulsadas a la fuerza o que huyeron voluntariamente para ponerse a salvo, para buscar comida, escapar del horror cotidiano.

Africanas con cinco hijos, latinoamericanas entregadas a causas que el hombre blanco desprecia; rumanas con las manos extendidas en la puerta de un comercio. Resulta que la impecable Europa que vocifera las excelencias del libre mercado como el único camino posible para la salvación, dedica siete veces más dinero a subvencionar su agricultura que lo que gasta en ayuda al desarrollo. Una forma mercantilista de perpetuar la pobreza. Pero eso no es lo peor: estas subvenciones permiten que países como Alemania, Francia o España vendan  maíz a Ruanda, Ecuador o Moldavia un 20 por ciento más barato de lo que cuesta cultivarlo. Curioso negocio el de esta democracia que con una mano predica la globalización de todos los pueblos, y , con la otra, levanta muros de espinos cada vez más altos.

Curioso negocio el de la democracia: con una mano vende globalización y con la otra levanta muros.

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