Nos acercamos ya a la mitad del año y, con ello, observamos que muchos de los objetivos que nos planteamos en enero han quedado atrás. Comer más sano, usar menos el móvil o dejar de fumar son algunos de los propósitos más frecuentes, pero también destaca uno que este año ha cogido especial relevancia: ahorrar y gestionar mejor el dinero.
Si bien es cierto que el contexto caracterizado por la inflación y la subida de precios no ha facilitado esta última tarea, hay otras cuestiones alejadas de ese pretexto que repercuten de la misma manera o más en la organización de las finanzas personales, incluso de forma inconsciente.
El concepto 'Messy Middle' es una expresión que se podría traducir como el "medio desordenado" o la "fase desordenada" de una etapa. Este fenómeno consiste en el tramo intermedio de un proceso o proyecto en el que el progreso se ha quedado estancado y no sigue la evolución esperada, ya sea por obstáculos externos o por causas individuales.
Aunque su origen está en el marketing, llevado a la economía doméstica se trata de un fenómeno en el que los propósitos financieros parecen haberse quedado en el olvido, ya sea de forma anual o diaria. Como consecuencia, los gastos aumentan y se deja de lado la prioridad inicial, tal como indican desde Ahorradoras.
El 'Messy Middle' en los objetivos financieros
Cuando una persona planea objetivos de cara al futuro o a medio plazo, al principio suele estar muy predispuesta y se esfuerza por cumplir los pasos para conseguirlos. Sin embargo, con el tiempo ese entusiasmo va desapareciendo y la meta empieza a difuminarse.
Un ejemplo de ello es ahorrar para comprar un coche o para la educación de los hijos. En el transcurso de los meses o años surgen diferentes inconvenientes y dificultades que pueden alejar a una persona del objetivo inicial o que impiden seguir obedeciendo el plan previsto al pie de la letra, tal como este año ha podido ocurrir con la inflación.
Ahora bien, las causas no siempre son ajenas a uno mismo y, en cambio, a veces son las propias actitudes o decisiones tomadas las que perjudican la consecución de los propósitos marcados. Por ejemplo, destinar una parte del dinero que iba dirigida a ahorrar a otra cosa puede ralentizar y dificultar un progreso adecuado.
Por otro lado, este fenómeno no solo afecta a los objetivos financieros a largo plazo, sino que también se puede dar cada día. Este caso se da, por ejemplo, cuando una persona fija un presupuesto antes de salir a comprar pero, al final, acaba sobrepasando ese límite y gasta más dinero.
Estos gastos a priori pueden parecer inofensivos, puesto que tal vez sean pequeñas cantidades, pero en conjunto podrían llegar a suponer un desembolso significativo que nos desvíe de los propósitos financieros. Así, el 'Messy Middle' en el día a día podría influir a su vez en los objetivos a largo plazo, que podrían verse mermados por un despilfarro diario.
Cómo evitar esta situación
Si te encuentras en este punto en el que el desarrollo de tus objetivos está por debajo de lo pronosticado, aún estás a tiempo de revertir la situación. Para ello, habrá que volver a recordar y profundizar en las metas financieras marcadas, revisando el progreso realizado desde el principio.
Tal vez al valorar los objetivos te des cuenta de que el procedimiento planteado es insostenible, ante lo cual deberás hacer un reajuste y dividir el propósito en metas más pequeñas y alcanzables. Comprobar de forma periódica la evolución puede ayudar a tomar las decisiones más adecuadas en cada momento.
En este sentido, la disciplina se convierte en un aspecto fundamental para mantenernos enfocados en el objetivo. Y es que cuando una persona desarrolla este hábito y se compromete a cumplir un plan establecido, los objetivos y las metas se vuelven más factibles y se toman mejores decisiones acordes a los mismos.
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