Ayer vi la serie de la que tanto se habla Autodefensa. Dos veinteañeras irreverentes y cínicas que supuestamente son un retrato de las nuevas generaciones, si es así, da pavor. Ambas representan el nihilismo más atroz. No creen en nada ni en nadie, solo en ellas, pensándose merecedoras del éxito cuando lo único que hacen es consumir la vida de forma caníbal, sin mesura. Sabemos que la mesura no distingue a la juventud, pero el hambre sano propio de su edad se convierte en gula brutal por devorar el sistema.

Un hiperrealismo que muestra más lo escatológico que lo crudo realmente. Una libertad mal entendida que está más en dejarse pelo en las axilas que en una auténtica rebeldía política. Demandan posicionamiento ideológico, cuando en realidad lo que tienen es un cabreo continuo en el que no se apunta a un objetivo, más bien se dispara a discreción. Una sensibilidad extrema consigo mismas, pero una insensibilidad total con el resto.

Ojalá no creyesen que la vida es una fiesta sin descanso y una bajona infinita

Y todo trufado de una infantilización del lenguaje con términos como bebé o cuqui, que choca con la profesionalización del mismo cuando se trata del autoanálisis, poniendo nombre científico a sus males, como queriendo encajar en algo, aunque sea en una patología, porque cuando se le pone nombre, existe la droga con que mitigarlo, en este caso MDMA u Orfidal para la ansiedad. Una ansiedad, consecuencia de querer ser la más guay, que les lleva al síndrome de la impostora.

Ojalá no creyesen que la vida es una fiesta sin descanso y una bajona infinita después, más bien es una bajona eterna trufada de fiestas, que es diferente. El cine refleja la sociedad, solo espero que esto sea más ficción que hiperrealismo o en dos días pasaremos a la distopía.