De paseo con Gloria Fuertes

  • Una ruta guiada por el Lavapiés más castizo descubre los rincones donde vivió la poetisa madrileña.
  • Se hace hincapié en su faceta más desconocida: la poesía social.
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Carlos Figueroa y Aurelio Merino, en un momento del recorrido, con el libro incluido en la visita.
Carlos Figueroa y Aurelio Merino, en un momento del recorrido, con el libro incluido en la visita.
JORGE PARÍS
Carlos Figueroa y Aurelio Merino, en un momento del recorrido, con el libro incluido en la visita.

"Soy corriente, corrientita", decía de sí misma Gloria Fuertes, la poetisa madrileña que vino al mundo en el número 3 de la calle de la Espada (Embajadores), donde su padre era portero y su madre hacía de sirvienta y modista ocasional. Así lo cuentan Carlos Figueroa y Aurelio Merino, los artífices de una nueva ruta que a través del barrio de Lavapiés quiere descubrir y reivindicar a la escritora y su poesía adulta.

La presencia de la que fuera paladín de la literatura infantil, creyente convencida, taurina hasta la médula y poseedora de "un amor prohibido" (como revela en un poema) se deja sentir por todo Lavapiés, donde transcurrió gran parte de su vida.

Poemas y anécdotas

Siguiendo a su padre se trasladó a la cercana calle de Tres Peces y fue testigo de la destrucción de la iglesia de San Cayetano en plena Guerra Civil, puntos todos en los que recala la visita guiada en la que, por 10 euros, se comparte la lectura de poemas y anécdotas de su vida (el precio incluye también un libro, El rastro, con los primeros relatos de juventud de la autora).

Durante dos horas -la próxima cita, el 25 de julio-, los participantes pueden disfrutar de una visita nocturna que arranca en la Puerta de Toledo para terminar en Mesón de Paredes, en la taberna de Antonio Sánchez, que aún atesora la mesa donde la autora pasara horas componiendo versos.

El recorrido patea un barrio de Lavapiés muy diferente hoy al que inaugurara la poetisa allá por 1917 (su fecha de nacimiento) y en el que fue "la primera mujer en vestir falda pantalón y pasearse en bicicleta por sus calles", explican Figueroa y Merino, que han analizado con ahínco la vida de la escritora. Por eso saben que, al final de su vida, Gloria Fuertes "se sentía sola" en su piso de Alberto Alcocer, "donde ningún niño se asoma a las ventanas y sólo cuelgan toallas", reza uno de sus últimos poemas.

Aunque la visita no llega hasta el paseo de la Castellana, sus guías sí explican que la literatura le proporcionó una pequeña fortuna que Gloria, soltera y sin familia, destinó a diferentes proyectos vinculados a la infancia. Muchos de ellos en la misma ciudad que la vio crecer y en la que, a día de hoy, ni siquiera una placa recuerda su nacimiento. Un detalle que confirma que la poetisa es para su ciudad, como el título de su primer libro, una Isla ignorada. Información en sabadoscongloria@yahoo.es

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