Mayo, junio, julio, agosto... La última promesa fue la primera semana de septiembre. La espera continúa, pero el problema se ha agravado. El estado de abandono de la zona, también de algunos de los pisos, ha servido de llamada para una cuadrilla de apenas una docena de jóvenes indigentes.
Saltan muros
Han tirado puertas, saltado muros, tejados, ventanas. Han invadido, en definitiva, sus casas. Con o sin dueños en su interior. Están «como Pedro por su casa», se queja Edurne Barrenetxea. Una docena de vecinos ya han abandonado sus hogares por miedo. Robos, pisos destrozados, allanamientos de morada, incendios, agresiones, amenazas. A sus 82 años, Gabriel, harto e impotente, se siente «despachado» de su propia casa. Se enfrentó a sus «invasores», y ahora, como él dice, vive de limosna. «Me han acogido de prestado».
Y, mientras, espera las llaves que nunca llegan.
«La culpa es del Gobierno vasco». El Departamento de Vivienda se apresura a anunciar que «las llaves se entregarán en septiembre. ¿Qué día? Hoy es 19.
Un futuro incierto para el barrio
La historia de la rehabilitación de la zona es casi tan vieja como el propio barrio. Los problemas de delincuencia, inmigración, drogas... no hacen sino augurar un futuro más bien incierto. La nueva zona de Miribilla acogerá a muchos de sus vecinos, mientras que en Bilbao la Vieja las casas derribadas servirán para crear un atractivo bulevar y regenerar la zona. Pero la rehabilitación total queda aún lejos.
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