Reguapo. Con una sonrisa jugosa y fluorada sólo equiparable a las que exhibían por entonces las estrellas de las series americanas; con ojos indoeuropeos y transparentes subrayados por unas cejas brunas, espesísimas. Viril, chulesco, dolicocéfalo. Bien engominado, bien trajeado. Seguramente, recién duchado y perfumado. Ligeramente anacrónico, ¿acaso hortera? Entonando con voz modulada mensajes de amor puro y galante. Con buena planta.
Lo hizo con aplomo, indiferente a aquellos otros tablaos de la época que manejaban términos como underground o contracultura, que se extasiaban con los pantalones pitillo de Tequila y escuchaban con atención las lecciones sobre punk y after punk que Alaska y Ana Curra dispensaban tras sus escapadas a Londres.
Aunque sus maneras no lograron cautivar a los adolescentes de la época, más interesados en aupar su peinado con laca y azúcar, Bertín sí logró ganarse el corazón de una audiencia amplia y femenina que suspiraba por sus baladas suaves y mediterráneas, apreciaban sus camisas recién planchadas y, sobre todo, esa apariencia de julio iglesias fornido y sobrenatural que amenazaba con conquistarlas de un guiño.
Lo demás, llegó deprisa: el contrato discográfico con Emi, el Premio a la Mejor Voz Masculina en el Festival de San Remo, media docena de álbumes -algunos de ellos, con canciones compuestas por el propio cantante- y una oferta para trabajar en una telenovela mexicana.
Un animal televisivo
Desde entonces, Bertín Osborne no ha parado quieto: es protagonista en galas de Nochevieja en televisión, ha presentado programas de búsqueda de parejas, condujo a los humoristas del espacio Genio y Figura y dejó patente su buena mano con los niños en la versión infantil de Lluvia de estrellas o en Ankawa ("Hablo con ellos como si fueran adultos", explicó).
Es simpático, cercano, tiene sentido del humor, naturalidad ante las cámaras y un tono campechano que le ha permitido ganarse a gran parte de la audiencia y, con ello, la garantía de regresar, aunque de forma espaciada, a la pequeña pantalla (este verano lo hará con el programa Gran Prix).
También ha probado suerte como empresario. Desde 2002 dirige -asegura que con excelentes resultados- su propia bodega de vinos y acaba de crear una marca de alimentación que distribuirá aceite y gazpacho bajo una etiqueta donde aparecerán su rostro y nombre impresos.
Durante el invierno es esta nueva actividad la que ocupa la mayor parte de su tiempo. Siempre que puede, sigue vinculado a la música, quizá su actividad preferida y con la que mejor cumple el sueño que se marcó desde niño: divertirse.
Las mujeres de su vida
Bertín fue un hombre precoz en las lides del matrimonio: en 1977, cuando contaba 23 años, se casó con Sandra Domecq.
En 2006 se volvió a casar con la modelo venezolana de 33 años y ex Miss Venezuela, Fabiola Martínez . De esta unión han nacido el pequeño Kike -cuya salud mantuvo en vilo durante un tiempo al cantante y a su esposa - y Carlos. El pequeño de la casa no ha cumplido el año, pero ya tiene un sobrino: el hijo de Alejandra.
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