Unos, los más, sólo por diversión y otros, los menos, dispuestos a participar en toda regla. Entre los primeros estaban Carlos y su madre, Mari Cruz, que cumplen con la tradición "desde que era un bebé", explica la progenitora, mientras juega con su hijo. "Soy una planta" dice el parlanchín chaval, de tres años, intentando llamar la atención prácticamente enterrado en la arena.
"Me está regañando todo el día", añade en referencia a su madre y en un tono de lo más reivindicativo. A su lado, y fuera de concurso, Jorge, de 14 meses, hace lo que puede para no perder el equilibrio y acabar de bruces sobre el arenal que se extiende a sus pies. No muy lejos sobrevive también Cristina, de 20 meses, y acompañada por su mamá, Macarena, y su mediática abuela, la política Celia Villalobos.
Manos a la obra
Nacho y Lucía, dos hermanos de 4 y 7 años, se toman mucho más en serio que los anteriores su obra de ingeniería. "Voy a empezar a hacer el plano", afirma Lucía en cuanto empiezan a contar los 30 minutos de plazo que concede la organización para valorar su trabajo. Mientras, Nacho sostiene, como puede, el cubo con agua para humedecer la arena. "¿Qué tal si hacemos un foso?", propone Isabel, su madre, para aglutinar fuerzas.
El derrumbe tampoco desanima a David y Alejandro, otra pareja de competidores, que se toparon por casualidad con la prueba. "Veníamos a pasar el día con su mochila llena de juguetes", explica Mar, su madre. Y el dúo, ni corto ni perezoso, decidió inscribirse y utilizar su muñeco del ogro verde, Shrek, para coronar la almena principal de su ambiciosa construcción.
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