Tres aficionados del Barça vivieron la Champions desde una prisión de Roma

  • Tres culés explican sus tres días días de reclusión.
  • Llevaban un palo de trekking, un bastón y una caña.
Raúl, con su padre y su primo al inicio del viaje.
Raúl, con su padre y su primo al inicio del viaje.
R.B.
Raúl, con su padre y su primo al inicio del viaje.

Lo que en un principio se presentaba como un día para el recuerdo y para explicar a sus nietos -ver la final de la Champions en directo en Roma- derivó en una gran pesadilla. Mientras el Barça lograba el triplete, Raúl, su padre -socio del club desde hace 35 años- y su primo pasaron la noche en la prisión de Civitavecchia.

Llegamos a un peaje donde sólo paraban a los coches con matrícula española

Los tres familiares habían salido de Barcelona la madrugada del martes, con el coche del padre del Raúl, camino de la ciudad eterna. Lo tenían todo a punto: su vestimenta azulgrana, la nevera portátil llena de avituallamiento y, sobre todo, las tres entradas para acceder al estadio. Pero todo se truncó. «Llegamos a un peaje donde sólo paraban a los coches con matrícula española», recuerda Raúl.

Después de registrar a conciencia el vehículo, los carabinieri localizaron debajo de un asiento tres palos. Los acusaron de llevar objetos contundentes y jabalinas. «Nos quedamos blancos. Mi padre ni recordaba que los traía», asegura Raúl. Las tres «armas» eran enseres que utilizan los padres del Raúl en sus excursiones: un bastón de trekking, otro elaborado con el esqueleto de un paraguas y una caña de pescar.

Raúl asegura que no los dejaron «tirarlos y seguir. Nos condujeron al penal. Nos dijeron que estaríamos una hora y salimos el viernes». Según relatan, los tuvieron medio incomunicados. «Incluso mi padre se desmoronó», afirma. Les tomaron las huellas, no les dijeron de qué estaban acusados, los desnudaron y registraron y, finalmente, los metieron en una celda. No salieron en ningún momento.

Allí pasaron la noche de miércoles (supieron que el Barça había ganado al Manchester por los gritos que profirieron los reclusos) y el jueves. El viernes los llevaron esposados al juzgado y, a las 13.22 horas, el magistrado los dejó en libertad. Pero la causa sigue abierta. «Lo que es peor es la impotencia. Mi padre, pobre, se siente culpable de todo», explica en Raúl. Ahora han presentado una queja al Servicio de Atención del Socio del Barça, pero todavía no les han dicho nada. Y ellos no han visto la final ni grabada. Ya no tienen ganas.

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