Michael Haneke y Sam Raimi acuden al rescate del Festival de Cannes

  • 'The white ribbon' se coloca entre las favoritas pese a su frialdad
  • Raimi convence pero no entusiasma
Michael Haneke rodeado por parte de los actores de su película 'Das weisse band'.
Michael Haneke rodeado por parte de los actores de su película 'Das weisse band'.
Reuters
Michael Haneke rodeado por parte de los actores de su película 'Das weisse band'.

Se acaban los días en Cannes y sigue sin aparecer la cinta que aranque entusiasmados aplausos de la audiencia. A estas alturas, sólo Un prophète, de Jacques Audiard, lo ha conseguido, lo que no habla muy bien del nivel de la sección oficial del festival. Este jueves ha venido al rescate el alemán Michael Haneke, un viejo conocido por estos lares y que la última vez que estuvo a concurso en la Croisette, en 2005, se llevó el galardón al mejor realizador por Caché.

Haneke ha presentado The white ribbon, una reflexión sobre la Alemania de principios del siglo XX en la que pretende mostrar el germen de la sociedad que veinte años más tarde acabaría aupando a Hitler al poder dando inicio así a una de las épocas más ominosas de la historia de la humanidad. Rodada en blanco y negro, la cinta de Haneke es extremadamente correcta, sobria y bien rodada. Tanto, que su frialdad acaba por contagiar al espectador sin lograr que se implique en exceso con lo que pretende contar.

En The white ribbon asistimos al día a día de un pequeño pueblo alemán en el que se ha cometido un asesinato sin que nadie sepa quién ha sido el responsable. Partiendo de esta premisa, Haneke escruta las relaciones personales dentro de la villa, poniendo especial énfasis en los maltratos a los que se someten los miembros de las mismas familias.

La dosis de sección oficial se ha completado con A l'origine, de Xavier Giannoli. Basada en hechos reales, somos testigos de la vida de un ex convicto, que nada más salir de la cárcel intenta salir a flote de cualquier manera. Ante la imposibilidad de conseguir trabajo, el protagonista inicia una bola de nieve que acabará tomando dimensiones colosales: se inventa una constructora y aparecere en un pueblo dispuesto a ser el salvador. Trabajo para todos.

Giannoli cuenta una historia de gran interés sin cuidar en exceso las formas, lo que hace que le salga un trabajo que podría haber pasado por las manos de un sastre, un recorte aquí, otro allá, y habría conseguido un producto más redondo. Pero no se puede quejar el francés, ha conseguido una gran ovación, mucho más importante que la que se ha llevado Haneke.

Después de años alejado del género que le llevó a la fama, y con tres cintas de Spiderman a cuestas, Sam Raimi ha vuelto al terror, ese terreno en el que demostró su valía en los inicios de su carrera con Posesión infernal, Terroríficamente muertos y El ejército de las tinieblas. El realizador vuelve a la carga con Arrástrame al infierno, cinta de género que, si bien recupera a un Raimi que parecía perdido en los últimos años, se queda lejos de sus mejores registros. Se agradece a Raimi la vuelta a este género, que por lo menos da como resultado una cinta simpática, con la que pasar un buen rato. Pero hay poco más después de salir de la sala. Para ver y olvidar.

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