El regidor malagueño dejó clara su posición el domingo en declaraciones al diario El País. «No se trata de eliminar, sino de buscar la ubicación adecuada», apuntó refiriéndose a la feria.
Ambigüedad
Aunque en los últimos meses el Gobierno local ha defendido la creación de un botellódromo que concilie el derecho al descanso y a la diversión, la concejala de Medio Ambiente, Patricia Marín, afirmó ayer con rotundidad que el Ayuntamiento no contempla su creación ni tampoco llevar el botellón fuera del casco urbano. Todo ello a pesar de que la propia Marín defendió «habilitar un sitio» y rechazó incluir en la ordenanza de ruido (en exposición pública hasta el 23 de este mes) la prohibición de beber alcohol después de las 22.00 horas.
Pero ahora el escenario es otro. La Junta ha pasado a los ayuntamientos la decisión impopular de permitir botellódromos en la nueva ley, que prevé multas de entre 30.000 y 600.000 euros por las faltas graves y muy graves. Grave será, por ejemplo, beber en una zona no autorizada.
«No basta con sancionar»
La edil Marín criticó ayer que el anteproyecto sólo cuente con dos apartados: uno para disposiciones generales y otro con sanciones. En su opinión, no basta con eso. Por ello, propone que el texto recoja capítulos dedicados a la educación, el fomento de alternativas de ocio y la cooperación institucional entre Junta y ayuntamientos para hacer cumplir la ley. Además, reclamó medios económicos con los que financiar su aplicación, como son los inspectores y policías que serán necesarios, algo que aún está por cuantificar.
Mariló Barranquero. 23 años.
«No estoy de acuerdo. El botellón en Cortijo de Torres estaría muy lejos y habría que coger taxis o el coche. Hay que tener en cuenta que se pueden producir accidentes por el efecto de la bebida en los conductores».
Esteban Peñalver. 20 años.
«No me parece bien. Es un sitio que está lejos y, además, no hay ambiente por toda esa zona. En vez de la feria, preferiría que trasladaran el botellón a la plaza de la Marina. Es un lugar céntrico y no molestaría a nadie».
Sandra Rodríguez. 23 años.
«Estoy en contra. Llevar allí el botellón es peor porque tienes que coger el coche o un taxi, y eso sería más costoso. Creo que si las copas y la entrada en los bares fueran
más baratas, no habría este problema».
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