Los días son muy largos para los 75.000 granadinos que no tienen trabajo. Muchos de ellos acuden al SAE (Servicio Andaluz de Empleo) «para ver si hay suerte y hoy ha salido algo», apunta Susana Solana, que con 35 años y tras cobrar un año de prestación, su único capital asciende a 200 euros».

Las cifras, sin embargo, no son muy esperanzadoras ya que por cada puesto de trabajo hay una media de 53 candidatos.

Las ofertas son para todos los gustos, desde jardineros a cocineros pasando por profesores, geólogo e incluso arquitectos. El gran problema es que el 40% de los anuncios se quedan desiertos. En enero, el SAE ofertó 1.152 puestos y sólo se cubrieron 717;  febrero fue algo mejor con 1.760 plazas, pero únicamente se ocuparon 1.055.

La razón está «en la falta de cualificación de los candidatos», apunta Inmaculada Puertas, directora del SAE en Granada. «Las empresas piden gente que sepa, que esté formada y la media de los demandantes que tenemos tienen entre 30 y 50 años y sólo el graduado escolar».

El otro gran escollo es la movilidad. «No quiere moverse de su pueblo, de su ciudad y así es bastante más complicado encontrar algo», explica Puertas.

Las ofertas existen y hay gente que se coloca. Los peones de la construcción y los trabajadores para el campo siguen siendo los más solicitados. Pero, no siempre se encuentran, en Armilla durante enero se buscaron 51 peones y ningún candidato fue aceptado. Los mismo ocurrió el mes pasado en Granada capital con 10 monitores deportivos o en Cartuja, donde buscaban 120 trabajadores para el campo y sólo 40 lograron el empleo.  Susana, como ellos, ayer, tampoco tuvo suerte.

Enrique García y Cristina Nuñez son el prototipo de jóvenes desesperados. Las mañanas las pasan en la oficina del SAE de la calle Santa Bárbara «para ver si sale algo», apunta Enrique.

Esta pareja de 23 y 20 años, respectivamente, viven con sus padres, «pero nos gustaría estar juntos en una casa propia», matiza el novio.

Enrique trabajó hasta julio en una empresa de limpieza y desde entonces busca algo. «La prestación ya se ha terminado y estamos a la espera un día tras otro».

Cristina ha trabajo en «cosas esporádicas, pero eso no da para mucho», explica. La pareja está pensando en «emigrar e irnos a Málaga, a los hoteles, a ver si allí para la temporada necesitan gente».

Mientras tanto, ven como «siempre te piden experiencia y una formación que no tenemos, aunque sea para lo más sencillo».

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