El rey Felipe de Bélgica tiene que ser escoltado tras recibir una lluvia de piedras

El rey Felipe de Bélgica, en una imagen de archivo.
El rey Felipe de Bélgica, en una imagen de archivo.
GTRES
El rey Felipe de Bélgica, en una imagen de archivo.

A primera hora de la tarde de este miércoles fue convocada una manifestación que una vez se alcanzó la noche de este miércoles se convirtió en unos disturbios gigantescos. Hablamos de Bruselas, en Bélgica, donde más de 500 personas, sobre todo jóvenes, se habían reunido para protestar cerca de la Estación del Norte.

El porqué de estas protestas era la muerte el pasado sábado día 9, durante su custodia en comisaría, de Ibrahima, un inmigrante de 23 años originario de Conakri, capital de la República de Guinea, cuyo único delito era haberse saltado un control policial.

Según la versión oficial, Ibrahima falleció por haber ingerido gran parte de la droga que llevaba encima y un juez instructor ha abierto una investigación por un posible caso de "homicidio involuntario". Los manifestantes de este miércoles consideraban negligentes a las autoridades.

Y así lo gritaron. "¡Policías asesinos!", gritan ante la fuerte represión de los cuerpos de seguridad, que sin embargo no pudieron evitar que consiguieran prender fuego a una comisaría (llamas que fueron extinguidas con prontitud). Todo aquello se saldó con 116 detenidos y, de nuevo según la versión oficial, cuatro agentes de policía resultaron heridos por solo uno de los manifestantes.

Todo esto es solo el contexto de crispación que se vivía en la capital belga cuando entre las protestas apareció en la plaza Liedts un Mercedes negro con una matrícula muy reconocible: el número 1. Era, obviamente, el rey Felipe de Bélgica, a bordo de su coche oficial.

Aunque en teoría los disturbios no tenían mucho que ver con su figura, muy pronto se vio el monarca de 60 años sorprendido por el tumulto y el alboroto, por lo que los agentes de paisano que estaban infiltrados entre los protestantes hubieron de sacar sus brazaletes rojos identificativos y colocarse junto al automóvil para protegerlo y escoltarlo.

La protección era menester porque en el marco de las revueltas y desórdenes se estaban lanzando piedras y mobiliario urbano, algunas de las cuales llegaron a impactar en el transporte monárquico, según informa el diario Le Soir. En los vídeos que se grabaron se puede leer y escuchar cómo los manifestantes saben quién ocupa el asiento trasero del vehículo.

Aunque "en ningún momento el rey se sintió en peligro", como explicó el portavoz del Palacio Real, Francis Sobry, a la emisora RTL, misma idea que intentó transmitir Sarah Frederickx, portavoz de la Policía federal belga, al asegurar que "el rey y su escolta nunca estuvieron cerca de los manifestantes y su seguridad nunca estuvo comprometida", lo cierto es que la falta de coordinación fue importante.

No solo porque finalmente el coche del rey Felipe hubo de dar la vuelta al haber varias calles cortadas, sino porque todos los días, sobre esa hora, el monarca deja su lugar de trabajo, el Palacio Real, ubicado en el centro de Bruselas, y va hacia su residencia, el castillo de Laeken, y nadie avisó a su equipo de lo que estaba ocurriendo. "Se hará una reflexión operacional profunda para mejorar", comunicó Frederickx.

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