Miguel Motas es profesor de Toxicología en la Facultad de Veterinaria de la UMU. Acaba de regresar de pasar dos meses en la Antártida, donde ha hecho un estudio sobre el cambio climático en los pingüinos.

¿A qué conclusiones han llegado por ahora?

Aún nos tienen que llegar las muestras, que están a bordo del buque Las Palmas, pero en estudios previos realizados con plumas hemos constatado que los pingüinos más afectados por tóxicos proceden de las zonas con más presencia humana, por lo que se puede decir que el hombre lleva la contaminación.

¿Qué temperaturas se soportan en la Antártida?

Allí es verano ahora, por lo que las temperaturas rondan los cero grados, pero la sensación térmica puede ser de -10. En invierno se han llegado a alcanzar los -89,7 grados.

¿Qué tal la experiencia?

Ha sido la mejor de mi vida. Es duro, porque te la juegas, si te caes al mar puedes sufrir una hipotermia al instante, pero es espectacularmente bello. Todo es grande, parece que el cielo se junta con el mar.

¿Sintió miedo?

Fue una sensación que me ha llegado a gustar. En una ocasión, subidos a una zodiac, nos alcanzó una racha de viento de 80 km/h. Había momentos en los que la zodiac no tocaba el agua.

¿Y qué tal comían?

Las bases las gestionan militares y teníamos una dieta equilibrada, pero recibíamos suplementos de vitamina A, porque apenas había sol (en dos meses lo vimos dos días) y antes de partir, vitamina C, porque como en la Antártida no hay virus, el sistema inmune se relaja y es muy fácil pillar algo luego.