¿Comemos solo cuando tenemos hambre o también se ven implicados otro tipo de factores? Los expertos denominan hambre emocional a cuando determinadas emociones - las más frecuentes son la tristeza, la ansiedad y sobre todo el estrés - influyen en nuestra alimentación y se gestionan esas mismas sensaciones a través de la ingesta de alimentos.
¿Es posible controlar esta situación y no vernos abocados a asaltar la nevera cada vez que tenemos una preocupación o que alguna situación personal nos estresa? No es tarea sencilla pero es posible volver a tener una relación saludable con la comida: “Es fundamental que seamos capaces de dominar estos estímulos ya que, si no lo conseguimos, podemos caer en excesos o carencias con un impacto negativo en nuestra salud”, señala la psicóloga y responsable de Bienestar Emocional de Angulas Aguinaga, Marta Moreno.
La especialista recomienda, en primer lugar, aprender a diferenciar claramente entre hambre emocional y física o apetito: “Antes de asaltar la nevera debemos pararnos y pensar, ¿realmente tengo hambre?, ¿cuánto hace que comí? Esto nos ayudará a darnos cuenta si lo que nos pasa realmente es que queremos comer porque estamos nerviosos, enfadados o aburridos”.
Existen además técnicas que pueden ayudar a controlar esta alimentación emocional. Entre ellas, la psicóloga recomienda el mindfulness, ya que a través de esta herramienta podemos aumentar la capacidad de concentración y/o atención. “El mindfulness nos ayudará a entender y controlar emociones, reacciones y pensamientos, lo que será muy útil para afrontar ciertas situaciones de estrés o presión”, dice Moreno.
Por su parte, la dietista y y responsable de Nutrición y Salud de Aguinaga, Natalia Ramos, señala que el concepto de dieta saña debe estar presente en todo momento: “Mantener una alimentación variada y equilibrada, que incluya todos los grupos de alimentos, nos va a aportar todos los nutrientes que necesitamos, lo que va a contribuir a nuestro bienestar”.
La nutricionista también aclara que esto no quiere decir que de vez en cuando no podamos permitirnos un capricho y optemos por ‘alimentos prohibidos’ altos en calorías o hidratos. “No estamos hablando de alimentos prohibidos, si no de adecuar nuestra alimentación a nuestros requerimientos nutricionales. Tenemos que aprender a diferenciar lo que son los alimentos básicos en nuestra dieta de aquellos que debemos consumir de forma ocasional o esporádica y atender al tamaño de las raciones”, puntualiza.
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